En estos días de este invierno, con borrasca tras borrasca, que pareciera nos las manda intermitentemente en cinta transbordadora, viéndolas pasar por encima de la España virtual del mapa, y que han hecho enmudecer a los verdes-pacifistas del calentamiento global, estamos cuasi obligados a refugiarnos en la más pequeña de nuestras habitaciones, con un braserito por lo menos, en los pies. Menos mal que hay periódicos que se pueden comprar –también han subido de precio los puñeteros- solo para leer una de sus páginas, por ejemplo la tercera, sin desplegar ninguna más. Los que quisiéramos entender con pretensión tan fatua como imposible todo lo que se lee, ve y oye, en este mundo vocinglero y descreído, “deglutimos” con fruición aquello que algunas veces se nos ofrece y consideramos,- subjetivamente, claro,- elaborado y recreado con ideas y valores que merecen la pena.
Esta vez se nos llama a un regeneracionismo que nos lleve al mayor compromiso de ejemplaridad en las conductas, empezando por el yo y sin mirar al otro en su quietud. Hace bien en considerar que es la hora del ciudadano responsable y que no debe esperar a ninguna clase dirigente incapaz de engendrar líder alguno que subyugue por su grandeza de miras, exenta claro está de egolatrías y ambiciones de dinero y de poder. Pero es que esta España nuestra vuelve a mirar hacia atrás, como casi siempre en su historia, porque no es de recibo que vuelva a conmover los cimientos de su ser y su identidad. ¡ Han pasado dos decenios tan solo y nos creemos opulentos, porque queremos ser todos opulentos!… Y opulentos de todo. De dinero y bienestar, de influencias y poder. Y esa democracia a la que venturosamente habíamos creído llegar, se nos está haciendo cada vez más pequeña y desdibujada, inerme ante los empujones de todas nuestras conductas indolentes, individuales y colectivas. De los que conducen y de los que somos conducidos.
Y aunque como consecuencia de todo ello, naveguemos sin rumbo por la crisis económica que dicen es lo más importante, pienso que no. Es mi criterio.- No es lo más importante y sí que la sociedad haga añicos una escala de valores que siempre estaba ahí y que le será a la postre letal. Es lícito por tanto que los cristianos aspiremos a que la sociedad vuelva a dar la cara a Dios pues la fe no debe estar al margen de nada ni es utópica como quisieran algunos.
Por lo pronto, nuestras Cáritas ya están ejerciendo desde hace tiempo su particular alianza de culturas y civilizaciones y reparten paquetes sin mirar a quién, como es natural… Y en Torrevieja, con tantos nacionales de tantas otras patrias, también y para todos, sin distingos…incluidos en un gran porcentaje los del Magreb vecino que conviven entre nosotros.
JortízrochE
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