-¡Yo te leo… y mi compañero también! -me decía un ciudadano parándome por la calle-. ¿Ésta es la democracia que tenemos en España…? ¡Esto es una dictadura!-. Exactamente ésas fueron sus palabras. ¡Querido ciudadano!: No me lees a mí, lees el ansia que muchos tenemos de escuchar algo más que los contenidos oficiales, los que nos hacen comer aquellos que utilizan su poder en su propio beneficio. Tienen poco, o ningún, prejuicio en hacerse propaganda constantemente (hasta sobrepasar el «puro hastío»). Para ellos, gobernar no consiste en resolver problemas; sino en callar a los que los denuncian. Olvidan que su deber es gobernar para TOD@S. Yo, al igual que tú, también pago mis impuestos, tengo el mismo derecho que cualquiera a que atiendan mis necesidades, aunque mi ideología sea diferente, su sueldo ya se lo ponen ellos. Lo mismo ocurre con esta publicación, le niegan el pan y la sal, la ningunean (eso es de poca equidad), mientras benefician a otras que les son afines, incluso les dictan y les marcan lo que tienen que decir, en un «masturbante» acto de manipulación autocomplaciente. Menosprecian la inteligencia de muchos, nos toman por imbéciles. No han sido colocados ahí para pasarse la vida espiando lo que decimos, ni a quien no está de acuerdo con sus ideas o actuaciones. Mucho menos para aprovecharse de su profesión, que debería ser la de entregarse al ciudadano, ser ecuánime, eficaz, incluso generoso, y sobre todo «profesionales técnicos» al servicio de la ciudadanía, sea de la ideología que sea. Si no están dispuestos a esto, que se quiten de enmedio, se vayan por donde han venido. ¡Estoy hasta los… de tener que estar continuamente recordando que el ciudadano es el actor principal de la representación democrática, legítimamente el auténtico dueño y señor, que lo único que se espera de los políticos, en estos tiempos, es que nos ayuden con la mayor eficacia, no metan la mano en la caja, y nos atiendan como deben y no como quieren! Estamos en el tercer milenio de la era «Crístika», la higiene democrática exige vivir con generosidad y apertura, aceptar la diversidad como riqueza existencial. Aprender a convivir significa tener que ceder en ocasiones y saber dialogar con el adversario, no tratar de anularlo, que es justamente lo que hacemos aquí, en «El Periódico de Torrevieja» (para mí, lo mejor del lugar). El que quiera «honra» que se la «curre», que buena falta nos hace. Por eso, le pido a mi editora que redoble ánimos; éstos no pueden callarnos y, como decimos aquí, por lo que a mí me atañe… «lo que te haga falta, guapa»… ¡faltaría más!
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