En esta pasada semana de Pascua, entre los días 4 y 12 del presente mes, viajé a Palestina e Israel con el objetivo de vivir espiritualmente y físicamente aquellos lugares que, para nosotros los cristianos, son santos y sagrados, pues nos señalan los sitios exactos y que aún se conservan de la Pasión y Crucifixión de Nuestro Señor Jesucristo, así como de su nacimiento. En otros casos, contamos con las señales de las ruinas que están siendo excavadas y estudiadas por los arqueólogos y que dan pleno testimonio de la presencia de Jesús y su Madre, la Virgen María, entre los hombres y en todo Israel.
Ante esta visita, uno se viene plenamente satisfecho y lleno de alegría espiritual ante la emoción y sentimientos que se experimentan en los lugares señalados anteriormente, pues la manifiesta presencia de Jesús y los Evangelios está viva en todos ellos.
Lo negativo de este viaje ha sido poder comprobar también la gran falta de entendimiento que existe entre el pueblo Palestino y el de Israel, así como las importantes diferencias que existen entre unos y otros, no sólo políticas, religiosas y sociales, sino la terrible presión que los israelitas están realizando sobre los palestinos. El famoso muro de hormigón, que actualmente tiene 120 km. y se pretende llegue a los 240, no sólo marca una separación física entre los dos pueblos, sino el confinamiento del pueblo palestino, pues no tienen acceso a Israel, y sus comunicaciones con el exterior son prácticamente nulas. Visité los pueblos de Belén y Betania, donde está la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo y la tumba de Lázaro respectivamente. Este pueblo está escasamente a 8 km de Jerusalén y detrás del mencionado muro. Para ello, tuve necesidad de mi pasaporte e inspección militar del vehículo donde viajábamos. Pudimos comprobar la gran diferencia existente entre ambas partes, la de Israel: limpia, ordenada con jardines y edificaciones modernas, hospitales, colegios, etc., la otra parte: prácticamente abandonada, sucia, la mayoría de sus instalaciones inutilizadas, sin servicios, etc. Muchos de sus jóvenes, al no poder pasar por Jerusalén, lo hacen a través de las fronteras con Jordania o Siria para poder buscarse un porvenir.
Lo que sí es de admirar es ver la laboriosidad y empeño del pueblo judío para engrandecer su país, desde los pequeños «Kibuc» (pequeñas colonias donde todo es de todos y no existe la propiedad privada, procedentes de la antigua Rusia, y actualmente grandes complejos hosteleros y ganaderos), hasta la Israel actual, donde sus primeras fuentes de riqueza son, por orden, la exportación de tecnología punta, la primera potencia mundial en exportación de brillantes y joyas (acaparan el 65% de toda la producción bruta de diamantes del mundo), su agricultura (como ellos solamente tienen dos estaciones: invierno y verano, obtienen dos cosechas de sus grandes campos de cultivos. Han logrado llevar el agua al desierto de Judea, vía riego por goteo, y lo están explotando con plantaciones de palmeras e invernaderos, aparte de la gran vega del río Jordán que es una verdadera maravilla), el turismo religioso es importantísimo y, por último y lamentablemente, la venta de armas.
Es una verdadera pena que ambos pueblos no puedan entenderse y vivir conjuntamente en un respeto mutuo, sin luchas ni terrorismos, ni opresión de unos sobre los otros. Además, es completamente contradictorio con el hecho de que en aquella tierra se diese la máxima expresión de amor y entrega por parte de nuestro Señor Jesucristo a los hombres.
Carlos García
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