La confusión de lenguas según el mito de Babel

Robert Koldewey (1855-1925)

Para los que tengan la osadía de acercarse a la morada de quienes hablen un idioma diferente al suyo, se les podría sugerir que la mejor manera de entender el fenómeno de la diversidad de lenguas es pensar que, en realidad, no hay dos personas que las empleen de la misma manera, sin que necesariamente se produzca una confusión.
Ortega y Gasset las consideraba a todas como cauces de nuestra actividad mental y Michel Certeau las comparaba al aura que se respira cuando entramos en una cosmópolis moderna, sin que su diversidad suponga desorientación, antes más bien un cúmulo de riquezas de elementos integrantes. Y, sin embargo, según las últimas estadísticas de la ONU la mitad de los 6.000 idiomas que se hablan en el mundo está en peligro de extinción y varios lingüistas tratan de estudiar la manera de que se conserven, no sólo para el estudio del fenómeno de la comunicación lingüística, sino para explicar el desarrollo de la Historia, piensan los científicos japoneses Akira y Yamamota en su empeño por grabar textos y conversaciones de todos los idiomas.
El mito bíblico de la confusión de lenguas en la ciudad de Babel logró explicarlo Koldewey, arquitecto y arqueólogo alemán, cuando descubrió, dentro de las antiguas murallas de la ciudad de los jardines colgantes, los cimientos de una estructura con rampas que guiaba a los caminantes a cobijarse bajo la sombra de su Migdalbabel o torre con una escalinata exterior que permitía observar la llegada de tropas y estudiar los fenómenos atmosféricos, a la vez que marcar el curso de los astros para sincronizar las estaciones del año, los días, meses y años. Ludwig Wittgenstein consideraba los linderos del lenguaje como nuestros propios límites y resulta sorprendente que su diversidad implique acopios más que confusión, siendo el bilingüismo y el trilingüismo la mejor puerta de acceso a flexibilizar la mente del ser humano.

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