Nada más admirable que observar el momento en que una persona comienza a descubrir lo que será su lengua madre o el fenómeno de quien por primera vez se sumerge en un segundo idioma, aunque sin perderse en la maraña de la pronunciación de sonidos que desconoce.
Trato de recordar la imagen de una criatura de unos 9 años que me salió al paso en un bazar de 24 horas, de cara mongólica, que me hablaba en perfecto español. Me confesó que conocía varios idiomas más, entre otros el ruso y el inglés, además de su lengua madre, el esloveno, que pronunciaba con mayor desparpajo que las otras. Y es que hoy se toma muy en serio el fenómeno del bilingüismo, pues es como una puerta al aprendizaje de otros idiomas. El control de las palabras no sólo será un medio de comunicación, sino que nos hará descubrirnos a nosotros mismos como pensantes. «Pienso, luego soy», diría el filósofo galo René Descartes, iniciador de la filosofía moderna, que bien se podría valuar como «cuando hablo, puedo descubrir lo que pienso».
Otro escritor francés, Eugène Ionesco, si bien de origen rumano, pertenece, con S. Beckett y Tom Stoppard, a la generación del teatro del absurdo, para quienes el fenómeno de la palabra pertenece al género de lo incomprensible. Es famosa su obra de teatro «La Leçon», dándonos a entender que «en el aprendizaje de los idiomas, la interacción entre el profesor y el alumno se desarrollará a través de la incapacidad mutua de darse a entender». Me ha tocado pasar por esta experiencia siempre que me trasladaba a otro país, pues, al tener que darme a entender rodeado de gentes que se expresaban diferentemente, se quebraba la idea de la interrelación del vocablo y del pensamiento, aunque me ayudara a lograrlo a través de otro idioma. Los sistemas MULTILINGUAS están, sin duda alguna, en periodo de experimentación, pues procuran aprovechar estos hallazgos al introducir traducciones simultáneas que, en casos como el «TRADUKKA» de Google, puede servir de guía para el aprendizaje de frases, cayendo en la cuenta de que no es lo mismo el lenguaje hablado que el escrito, puesto que funcionan diferentemente.
Los pensadores de todas las culturas aprovechan el análisis introspectivo del uso de la palabra para conectar el uso de la palabra con el fenómeno de caer en la cuenta de que es a su través como llegamos a desarrollarnos como seres conscientes, y el maestro chino Lao Tse lo expresó maravillosamente en una de sus frases célebres que ya no conoce fronteras: «Las palabras elegantes no suelen ser sinceras», matizaba, «y las sinceras no suelen ser elegantes», que nos conduce a aquello de «hablo y me reconozco».
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