Manuel Bueno
Director de Colesterol Teatro
Buenas a todos. Después de nuestra «queja», la semana anterior, por la tardanza en el pago, por parte del Ayuntamiento de Torrevieja, sobre unos dineros que nos debía desde marzo (unos) y mayo (otros), acabamos de recibir (hoy, 7 de octubre) parte de esta deuda en nuestra cuenta corriente. Así mismo, les hemos puesto en su conocimiento que está en sus manos (si nos pagan la otra parte que nos deben) el poder asistir al Festival de Teatro Internacional UPA 2012, que se celebrará en Iquique (Chile) el próximo mes de enero, representando, como siempre, a Torrevieja. Nuestra obra seleccionada ha sido la ya premiada en varios Festivales de Argentina y en Florida (USA), «Cómo hacer absolutamente infeliz a un hombre», de FG Tola. De esta manera, acortaríamos nuestro año sabático (por depresión) y actuaríamos dentro de tres meses nuevamente. Me gustaría aclarar una cosa, que no es tan obvia para ciertas personas. Nosotros, la gente del teatro, elaboramos un producto (que lleva desde los ensayos, la concepción de la obra escrita, la adaptación, la iluminación el sonido, la dirección, actuación, etc.), que equivale, ni más ni menos, a cualquier otro (producir lavadoras). Después de «usados» (ambos productos), comprobamos que la vida parece más grata (lava la máquina y nos reímos o nos emocionamos, pensamos cuando vamos al teatro, p.e.). Y por ello pagamos su factura, o sea, el valor del esfuerzo de los que crean ese bien material o inmaterial (como es nuestro caso). Pues bien, existen ciertos individuos que piensan (bueno, ellos no piensan -por lo menos por sí mismos-) que la labor teatral es sólo pasárselo guay y salir al escenario, como si de la nada viniera el asunto. No, queridos seres lobotómicos. En el teatro se «curra», como en cualquier fábrica. En la Renault te manchas de grasa, en las tablas te manchas y desgarras, a veces, el espíritu por ofrecer lo que en vuestras vidas no pasa, ni pasará nunca. Por esto nos pagan, como a los de la Renault: por transformar, por ofrecer nuestro producto: nuestras emociones y nuestra sensibilidad. Por eso reclamamos lo nuestro; que luego, una vez cobrado, volvemos a invertir en teatro (para nosotros y para el espectador: o sea, vosotros, todos los que venís a vernos). Perdón por la charla, pero es que ciertos eructos (que no opiniones) de ciertos ignorantes y cobardes anónimos (nunca firman sus palabras) me hacen sacar el armamento nuclear (que lo suelo llevar entre las piernas). Amén. Un abrazo.
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