Por fin, al parecer, la banda terrorista ETA da un paso hacia la terminación de su criminal actuación y existencia, en el panorama de nuestra atormentada sociedad, nuestra nación; tras años de dolor, muertes, extorsiones y secuestros, del terrorismo mas violento, duro e inhumano, de unos seres con una mentalidad brutal, asesina, sin conciencia, que han sembrado con su ideología fascista, compartida con su separatismo, su nacionalismo de clase y raza como Hitler, el dolor, el terror y la muerte violenta en toda España.
Se despertó de nuevo otro día. Todo parecía igual hasta que la noticia tantos años esperada, ansiada, estalló por las ondas como una bomba, pero esta vez, como una pacífica y singular bomba compuesta de un alto el fuego definitivo para España y Euskadi, y nos trajo con ella una esperanza de paz tras cuarenta años de terror, muerte, secuestros y odios, engendrados desde el vientre del pueblo vasco.
No se merecía este gran pueblo que la barbarie y la maldad lo hayan marcado para siempre con el estigma del terror, las muertes, la sangre, el miedo, las lágrimas, el odio, que nunca podrá borrar; las heridas han sido muy hondas; dolorosas, insufribles a la vez. Qué incomprensible que, en tiempo de paz y democracia, se mate cobardemente, sin justificación alguna, pues lengua, raza, etnia, identidad e independencia no es noble causa para tantas muertes inocentes; tanto dolor y lágrimas, este fatídico ciclo criminal; igual que la de nuestra cruenta guerra y su dictadura, como un mal recuerdo negativo de lo que nunca debiera de haber sucedido.
Los hombres, la humanidad y las sociedades, desde donde se desarrollan y expanden, creando sus propios espacios, su riqueza, creatividad, su cultura, se engrandecen, al unirse en convivencia, con otros pueblos, razas, culturas y lenguas.
Hoy día 20 de octubre, en toda España hemos recibido la gran y esperanzadora noticia; y hemos brindado desde nuestros corazones, nuestros sentimientos, silenciosamente, porque no haya que manifestarse más, por la paz, por las víctimas inocentes. No más ya lazos azules, ni negros, ni manos blancas alzadas por el fin de la violencia y el terrorismo etarra; pero esta proclamación de paz hecha por estos temibles y abominables encapuchados recordando a sus «víctimas, sus muertos y familiares», levantando sus puños totalitarios sin pedir perdón ni atisbo de arrepentimiento ni respeto por las familias y las ochocientas cincuenta y nueve víctimas asesinadas fríamente, cobardemente, bajo sus bombas, sus pistolas, su terror criminal, levanta ampollas ante estos malnacidos.
ETA es como un cáncer maligno; que, aunque lo extirpen, hasta que no pasen años, no sabes si este maldito mal volverá de nuevo, pues no han entregado las armas ni muestran arrepentimiento.
Josefina García
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