A veces, hay que apartarse un tanto de los localismos para ver con cierta perspectiva la que nos está cayendo. Es evidente que hay que escribir, y comentar -pese a algunos antidemócratas, que todavía los hay a «capasos»- los acontecimientos del último Fitur, sin saber aún por qué extrañas razones dejamos de asistir durante varios años a una feria tan importante para el turismo mundial; o las manifestaciones de los profesores de la Vega Baja en la Plaza de la Constitución de Torrevieja, reivindicando ahora (que está muy bien) lo que durante tiempo omitieron en gran medida; o de la construccción de la desaladora, financiada con fondos europeos, que hasta hace poco tiempo manifestaron dirigentes políticos que iban a ser, por un lado, sus aguas muy malas para los testículos, y por otro, que, mientras estuviera el «gran gestor local», los tubos no pasarían por su ciudad. Pues, nada, ya tiene todas las bendiciones del Gobierno Valenciano; o sea, que ni testículos ni no pasarán, que decían los facciosos. O también eso que acaba de decir el nuevo conseller de Economía de que «lo vamos a pasar muy mal, canutas». Pues digo yo, con cierta cautela, que como no nos dejen preñados… En fin, y lo que está cayendo es la credibilidad del euro, la credibilidad de los políticos, la incesante corrupción (supuesta, pero verdadera) de muy determinados políticos, la hegemonía de los americanos en la aldea global, el capitalismo financiero, y, por supuesto, las administraciones públicas, en general. Si además le añadimos el tema Garzón… El Tribunal Supremo dice, supuestamente, que el juez Garzón ha cometido, supuestamente, delito de prevaricación por ordenar, avalado por jueces y fiscales, escuchar a corruptos, supuestamente presuntos, para así cogerlos «apagüé», presuntamente, porque supuestamente estaban preparando evadir capital de la supuesta trama de corrupción de los Gürtel y compañía, desde los trajes hasta la financiación ilegal, supuestamente, del Partido Popular. Total que el juez Garzón se enfrenta ya a una pena de inhabilitación de 17 años, una aberración, y una barbaridad que es difícil imaginar en otros lugares de nuestra aldea global. Lo más gordo es que los supuestamente chorizos jefes de Gürtel, el Correa y el lugarteniente, Crespo, denunciaron al juez, admitiendo a trámite el Tribunal competente la denuncia. Ni Kafka con su «La metamorfosis» y su «El Proceso» tuvo narices a superar este dislate español.
Lo dicho, con la que nos está cayendo, a mí me gustaría, también, ser en estos momentos el juez Garzón, y, a ser posible, escribir tan maravillosamente bien como aquel escritor checo (que, por cierto, tuve la fortuna de visitar el pequeño museo que su ciudad natal, Praga, le dedicó) que nos legó una gran obra: Franz Kafka.
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