El que haya paseado por alguna calle de Andalucía se sentiría sorprendido por esa mezcla de aromas que embriagan los sentidos, sobre todo al anochecer. En esas provincias tienen unos trucos para que las flores exhalen olores deliciosos. Yo, la verdad sea dicha, cuando era una niña, jamás sembré nada; de esos menesteres se encargaba mi madre, pero sí recuerdo alguno de esos truquillos, por ejemplo, la forma de sembrar el clavel y las margaritas. Con respecto al primero, se ponen en el fondo de la maceta (casquio), trocitos de maceta rota o piedrecitas, con el fin de que tenga drenaje y no se encharque, cosa que haría morir a la planta. Se pone la tierra de jardín, mezclada con mantillo, hasta la mitad del tiesto, se hace un hueco en el centro y allí se coloca un poco de pelo o una mezcla de hilos viejos, de cualquier trapo deshilachado; después, unos 20 clavos de los de guisar y por último el esqueje y se acaba de llenar de tierra haciendo presión alrededor del esqueje, en el centro, se riega y… a esperar. Cuando salen los claveles, de ahí viene ese caracteristico olor.
Las margaritas se siembran en maceta panzuda: se procede como con el clavel, pero el pelo y los hilos se sustituyen por 4 sobres de manzanilla desmenuzados y esparcidos también en el centro.
El jazmín es imposible lograrlo por esqueje o semilla, pero si se coloca una macetita junto al jazmín y se introduce en ésta una ramita bien profunda y se deja allí como dos meses, que es lo que tarda en arraigar y salir brotes en la macetita, ya se puede cortar de la «madre» y así logras otro jazmín.
Ya no me acuerdo de más cosas, teniendo en cuenta que, por entonces, yo tendría unos 5 años, pero hay cosas que se quedan en la mente para siempre.
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