El alcoholismo a través de los tiempos

Entre las tribus nórdicas, lo que los romanos genéricamente denominaban «bárbaros», tales como los germanos, la más ensalzada de las virtudes viriles de sus guerreros, y esto querían serlo todos, era distinguirse por su capacidad de beber la mayor cantidad posible de su cerveza, el hidromiel, durante sus festejos.
Ya en los antiguos manuscritos nórdicos, la «edda», describen las desenfrenadas fiestas, donde, etílicas, repentinamente fueron vistos como débiles bufones y denigrados por su comportamiento errático, carentes de vigor guerrero, con las manos tan temblorosas que ya no podían empuñar arma alguna. Algunos hasta habían enloquecido. En muchos casos, fueron desterrados de sus clanes, de sus tribus, según sus creencias, por sus dioses inmisericordes.
¿Qué había pasado? En su sociedad, se ponderaba la ley de los más aptos, de los más fuertes para la supervivencia de la tribu, el clan.
Estos destierros eran articulados en asamblea popular, el «thing» (tribunal) y conforme a sus costumbres.
En la antigua Grecia, gustaban de reunirse en «simposios»-banquetes, o, más correctamente, «reuniones de bebedores», bajo los auspicios de su dios del vino, Dionisos, el Baco de los romanos.
En contrapartida, algún filósofo de la época, p. ej. Platón, ya resaltó entre las virtudes capitales, la templanza, quizás viendo los estragos de la desmedida «adoración» al dios Dionisos.
Demos un salto en el tiempo contemplando el lienzo de Velázquez en El Prado, el «Triunfo de Baco», o popularmente llamado «Los Borrachos»; Baco está sentado en un tonel en la luminosidad de un dios de aspecto andrógino.
Los rostros de los «borrachos» están desencajados y aventajados por el avanzado alcoholismo. La tez de sus caras denota que ciertamente vivían en la calle, de la limosna, para comprar el próximo «trago». Vivirían de la beneficencia de los monasterios.

El Ruralico

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