Dijo Johann Wolfgang Goethe, profundo pensador y eximio poeta, iniciado en los arcanos de la francmasonería: «La resignación es un suicidio diario». Es el «Weltschmerz» de la autorreclusión, la sumisión al humillarse a sí mismo.
La soledad, la sensación de desamparo, lleva a la resignación por creer que se es impotente para hacer frente a todos los males de este mundo. Es la sensación de que Tanatos, dios de la muerte, descompone el sano juicio por medio del alcohol.
Pandora abrió la caja donde Zeus, en su ira, había recluido todos los males por haberle robado Prometeo el fuego. Bien que advertida, Pandora abrió la caja y todas las calamidades inundaron el mundo con el gran mal, el «Weltschmerz» apocalíptico, el horror de la resignación.
En el fondo de la caja quedó la esperanza, que nos enseña el camino, como en el poema de Antonio Machado: «Caminante no hay camino / se hace camino al andar / al andar se hace camino / y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino / sino estelas en el mar / para qué llamar caminos / a los surcos del azar».
La esperanza, esa fuerza del alma, dará la energía para no volver la vista atrás; la senda que nunca se ha de volver a pisar. Para qué llamar camino a los surcos de cieno y lodo en los que se estaba enfangado. Al andar se hace el camino de la esperanza para encontrar la ayuda de aquellos que también dejaron los surcos de la resignación etílica.
Es la esperanza la que nos conduce a buscar ayuda y consolación en el prójimo, el médico, el sacerdote, la clínica «ad hoc», con su equipo terapéutico multidisciplinario, etc., con la meta de obtener una recuperación estable. También se sugiere adherirse a algún grupo de autoayuda/ayuda mutua, por ejemplo, Alcohólicos Anónimos.
Como decía aquel: «El alcohol es el mejor disolvente; disuelve la propia personalidad, la familia, el trabajo, las amistades, las finanzas, el cerebro y un larguisimo etc.».
El Ruralico
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