A escena nº485

Un poco más y se me olvida redactar esta subespecie de columna periodística o vaya usted a saber lo que es. La cuestión en sí es que me han ido calentando por la calle, por los rincones, por los garitos, para preguntarme con cierta sorna, con una guasa desmedida, con un tremenda ironía, que de qué iba a escribir esta semana. Ya ves, como si lo que uno contara y opinara fuera palabrica del niño Jesús, del Jesús de verdad, del revolucionario, del que luchaba contra lo establecido, contra los fariseos, que mira que hay fariseos incluso en nuestra epoca del tráfico de influencias, del cohecho, de la prevaricación, de la falsedad de documentos públicos, del «el dinero es bueno venga de donde venga», aunque venga del Este, del tráfico de armas, de la prostitución, del juego, de la venta de órganos, de la compra-venta de niños, del tráfico de drogas, e incluso de la masiva venta-compra de viviendas. Vaya, fariseísmo puro y duro que te encuentras en cada esquina, en comportamientos obscenos, en mentiras escandalosas. Así que me dije a mí mismo: pues unas pinceladas de la noticia que ha trascendido nuestras locales fronteras y que está en boca de todo el mundo, en los bares, en las cafeterías, en las carnicerías, en las zapaterías e incluso con ligerísimos comentarios en la Ermita, que ya es decir. La mala utilización de los dichosos móviles, supuestamente, por parte de algunos ediles. En verdad es que la cosa pinta mal, y alguien tendría que haber parado todo este escandaloso tinglado, porque da la sensación de que puede ir incluso más allá de lo deseable. Ay, e insisten en que escriba más, y me digo que para qué. Sólo resta comentar que huele a muerto, y también puede ser porque yo trajine todos los días con temas burocráticos del servicio funerario. Es de desear que esto acabe cuanto antes -y «a quien li toqui, li toqui», como dijo en su día un ilustre e ilustrado exconcejal- y empecemos a preocuparnos, después de que cada palo aguante su vela, de reinventar esta ciudad que pasa por momentos difíciles, tremendos, sin tejido productivo y con unas carencias espectaculares. Ahora nos ha echado una pata por encima Orihuela Costa con su macrocentro comercial, y nosotros con el culo al aire, como suele decirse; el futuro Museo de la Semana Santa que va a quedar triste por falta de pasta del Plan Confianza de la Generalitat, y que ya veremos cuándo se acaba la obra, si es que se acaba. No seré yo quien vea a los muchos capirotes manifestarse para que esa magna obra concluya. Por otra parte, y nos toca también, más que de refilón, oye, el montón de imputados de la bancada popular del Parlamento valenciano, demasiados imputados, unos con Gürtel, otros con basuras, otros con Oenegés, una verdadera algarabía. Dicho lo cual, resta puntualizar aquella popular frase, popular del pueblo, oiga, de que «Dios nos pille confesaos». Aquí, Paz; allá, Gloria; y cada mochuelo a su olivo. Tenemos olor fuerte no sólo a cadáver, sino, también, a Juzgados. Y si no, al tiempo. Saludos, amables lectores y lectoras.

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