Es fascinante el siguiente documento. También desde una perspectiva sociológica. Es fruto de una trascendental alternativa tomada por seis empedernidos borrachos. Posiblemente, un reverendo les había afeado su conducta; por ello, estos 6 se reunieron en la taberna del sr. Chase el 2 de abril de 1840, sita en la Liberty Street de Baltimore, Maryland. La idea era la siguiente: pensaban que, confiando el uno en el otro, compartiendo su experiencia vivida con el alcohol y creando una atmósfera de convivencia y concordia podrían mantenerse sobrios mutuamente. Su meta era la total abstinencia.
Al día siguiente, los seis volvieron a reunirse en la carpintería de uno de ellos y así nació el famoso documento de promesa de intenciones:
«Nosotros, cuyos nombres figuran en anexo, expresamos nuestro deseo de fundar una asociación en mutuo beneficio y preservarnos contra cualquier práctica nociva que pueda poner en peligro nuestra salud, nuestra reputación y nuestras familias. Firmamos el presente compromiso como caballeros, de no ingerir cualesquiera bebida destilada de grano, vino o sidra».
Es sugestivo que este documento no refleje ninguna adscripción ni religiosa, sectaria o política no coercitiva. Así nació el famoso «Washington temperance movement»; el movimiento de sobriedad más relevante de la Unión. No fue el único. Por aquellos tiempos, había un sinnúmero de ellos, tanto de hombres como de mujeres, las cuales salían a la calle en defensa de sus hogares y su prole, amenazados por la miseria, la penuria y los maltratos infligidos por maridos/padres borrachos.
En 1842, una sección de los «Washingtonianos» se escindió, fundado «Los hijos de la templanza», más radical, aspirando a la total prohibición del alcohol, o sea, una «ley seca». Lo consiguieron en junio de 1851 en el Estado de Maine.
El movimiento «Washingtoniano» se propagó como un vendaval; como la repuesta a una saturación, una hartura de borrachos y sus secuelas sociales. Era una sociedad problemática con una inmigración multiétnica, en muchos casos con fuertes valores viriles que se lucían sobremanera en las tabernas, donde les unía una camaradería «bienhallada» en el alcohol. Muchas veces con los hijos, para que se «hicieran unos hombres». El alcohol era barato.
El valor añadido por la destilación de excedentes de producción del grano de las grandes llanuras favorecía al agricultor. La apetencia del mercado garantizaba buenos negocios. En fin, la eterna ley de la oferta y la demanda.
El Ruralico
Me parece muy interesante este artículo, pero muy corto y pobre en contenido, Hace falta indagar más en los origenes de estos movimientos de autoayuda, ya que, son los precursores de los actuales grupos y movimientos vigentes como Alcohólicos Anónimos, Drogadicos Anónimos, jugadores compulsivos, Etc.