La desintoxicación y la consiguiente abstinencia no deben ser entendidas como meta, sino un medio, una transición y un proyecto de ilusión.
Del transcurrir de este tiempo brotará la vertebración y la estructura de una personalidad afianzada a la sobriedad. Se disiparán poco a poco los andares nebulosos etílicos del pasado para poder evaluarlo sin llanto, sin por ello olvidarlos.
Los caminos de la sobriedad son largos. La bicha alcohol estará incesante al acecho.
Esta transición afianzará la personalidad para percibirse a sí misma, sentir la transformación de la vida interior. Es una readaptación de la vida interior a un concepto vital libre y liberado del cautiverio etílico. También significa búsqueda; sondear y encontrar la felicidad; obtener nuevas experiencias y satisfacciones, inclusive espirituales, ligadas a estímulos y actitudes positivas y concretas. Todo ello sin el gran estafado alcohol.
Las recaídas ocurren. Nadie es un superhombre o supermujer. Tampoco debe responsabilizarse o culpabilizar a un fingido error inducido por el entorno.
Después de haber utilizado el alcohol como «muleta» para afrontar la vida, quizás el inicio de la sobriedad sin esta «muleta» puede ser doloroso, por el reconocimiento de una falta de la propia madurez. La sobriedad lo merece.
El Ruralico
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