iL CApO

Manuel Bueno
Director de Colesterol Teatro

Tres años y unos cuantos miles. Ésa es la sentencia para il capo. Il capo está hundido en lo más profundo de la dársena y hasta los peces-payaso, si los hubiera, le negarían el pan; el pan y el circo, que de eso sabe mucho un maestro de ceremonias como él. Un buen revolcón en la basura. El títere trilero, por fin, en los telediarios se pasea culpable y anodino. Como siempre. Anodino, como un cura en su sermón. Culpable, por vocación. Que es esa cosa que nos empuja apasionadamente a hacer lo que hacemos porque nos gusta (empezó de monaguillo y se amancebó después -farmacéuticamente hablando-). Al capo le gustaba dar el cante, el cante jondo, por eso está ahora unido a su destino: pero silenciado, hundido en la profundidad de una sentencia tardía, allá a lo lejos, inmóvil, acartonao, perdido, pero, eso sí, con mucho parné almacenao; bueno, calderilla, diría él.
Este tronao (de trono, trueno y colocao) debería pedir perdón, que está de moda. No por prevaricar y esas cosas serias y de ley que dicen los jueces, no. Uno nace así y sólo tiene que darse la ocasión para que aparezca el predador cutre que lleva dentro y trincar la pieza. Ladrón, fugitivo y malandrín: tres años, unos miles y a correr?: No!. Esos adjetivos son nada en comparación con los errores que este muñeco de paja boba debe asumir. Sí, debería disculparse por casi todo. Pero no puede. Y no puede, porque no sabe. Y no sabe porque es ignorante. Y los muy ignorantes (antes, tontos) sólo se ocupan de sí mismos. De sí mismos y de sus cosas tontas (como chuparse el dedo o nombrar al concejal de Cultura entrante). Un tonto (hoy ignorante) con poder, es tan peligroso como un zorro en un gallinero. En este capítulo entrarían sus ganas por ser alcalde, construir casas a su imagen y semejanza (de escasa calidad, repetitivas y sin gracia), edificios deficientes, ineficaces e inusables, calles intransitables cuando llueve y reconstruibles una y otra vez hasta el infinito y más allá, farolas sosas pero millonarias, programar sueldos inasumibles, revolcarse en la basura y todas esas cosas que todos sabemos que sueña e impone un abuelo de carácter castrense y monacal (y no me refiero a nuestro inolvidable Caudillo).
Los idiotas, está psicológicamente probado (quiero decir científicamente) que no tienen noción del otro y ninguna empatía con sus vecinos (que hemos sido nosotros durante tantos años), de manera que, si alguien se ha portado indolentemente con nosotros durante este tiempo, deberíamos ponerle las peras al cuarto. Y a todos aquellos que lo ensalzaron y mantuvieron, mandarles al paro o a la mierda, según nos cuadre. ¿Qué tal? ¿A que uno se queda mejor así? Pues eso. Agur.

PD.: Colesterol Teatro, el grupo que dirijo, el año pasado estrenó una obra de teatro («Trash» = Basura) en la que, premonitoriamente, se denunciaban unos hechos de un alcalde corrupto, manipulador y trincón de un pueblo de la Vega Baja (Tamajón del Segura) imaginario, capaz de hundir a todo aquel que se atrevía a ponerse en su camino. ¡Ja! …pues eso, que los tiempos cambian y que «lo del cerdo y San Martín»… un refrán que todos sabemos, se acaba de cumplir hace unos días. Il capo debería aplicárselo y escribirlo en la pared de su celda (a la que no irá) un millón doscientas mil veces. Pa empezar (a redimirse).