A escena nº495

Me vino el otro día a la cabeza una canción de mi tiempo, ay, y comencé a tararear como mejor pude, más que nada por recordarla y por imaginarme, una vez más, vivito, coleando, componiendo música y letra y cantando, a un artista que ya nos dejó. Se suicidó allá por el año dos mil seis, y era un claro referente de los cantautores de mi juventud. Se llamaba Hilario Camacho. La canción que recordé era de una actualidad brutal: «Erase un Rey». Lógicamente, el torbellino informativo de todo lo que está ocurriendo en el entorno de la Monarquía y del mismísimo Rey, con operación incluida. Una estrofa de la canción apunta lo siguiente: «Erase un rey que tenía/un rebaño de elefantes/un palacio sin ventanas/y un país sin habitantes…». ¿No encuentran similitud con la tambaleante Monarquía Borbónica? Igualmente quedé sorprendidísimo el otro día cuando hojeé la prensa, la poca que queda más o menos seria por estos pagos nuestros -y que estoy con la idea de realizar conjuntamente con mi amigo periodista-panadero-viajero-poeta un trabajo sobre los medios de comunicación en Torrevieja, justo cuando acabe la tesis doctoral, que podría llevar por título algo así: «Una mirada crítica a los mass media. Torrevieja cableada». Más que nada, por jugar un poco con las palabras-. Decía que encontré una noticia curiosísima, tan curiosa que me quedé sorprendido porque no podía imaginarme que las Hermanas Carmelitas se quedaran con nada que no fuese suyo. La noticia es dura porque habla de «usurpar», «apropiar», etc., una parcela de más de tres mil metros cuadrados cuya titularidad era pública y que ahora el Ayuntamiento quería rescatar, aunque fuera por la vía judicial. Y me extrañó hasta el paroxismo, porque siempre he entendido que la Iglesia y el poder han ido juntos, de la mano, en toda nuestra historia de España, y en la de Torrevieja creo que también. Tan sólo lo creo, no me quiero exceder en los términos. Esto nos remonta, otra vez, al modelo y práctica urbanística instalado en la ciudad durante más de veinte años. Una locura que el tiempo nos dará la razón a más de uno, precisamente a todos los que hemos sido catalogados como «antitorrevieja», precisamente por los «pequeños patrias de la tierra». Urbanismo salvaje, descontrolado, o controlado demasiado bien por el que fuera gran jefe, y que ahora podemos percatarnos de los horrores y errores de la época, porque no tenemos tejido productivo en nuestro municipio, pero sí muchas viviendas, muchas, muchas, muchas, y mucho negocio rápido en torno a ellas. Bueno, no quiero extenderme más con estas apreciaciones, pero ya digo que me resulta chocante leer que ahora, precisamente cuando tampoco paga IBI la Iglesia, desde las instancias municipales quieran reconquistar una parcela pública y que resulta que es un precioso jardín ubicado en la Residencia de las Monjas, más unos viales. En fin, no me dirán ustedes, amables lectores, que la noticia en sí es un tanto delirante. Bueno, no deja de ser una modesta opinión comentada al respecto. Como también podría comentar que me encanta que los artistas de la compañía teatral «Colesterol» vuelvan a representar obra en escena, porque gustará más o menos su teatro, sus trabajos, sus representaciones, sus puestas en escena, pero molan por lo críticos que resultan, e incluso yo diría que irreverentes, imaginación irreverente, porque con imaginación se puede ir incluso a misa. En fin, mucha mierda para Colesterol, y ojalá pudieran recibir mayor aportación pública. Difícil va a ser, pero… Suerte y buena quincena.

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