Mientras que en el olvidado tercer mundo siguen muriendo millones de seres humanos
de hambre, enfermedades, sed, mujeres, ancianos, niños esqueléticos, con sólo la piel sobre los huesos comidos de moscas, con los ojos sobresaliendo de las cuencas, moribundos, también en el primer mundo, los miserables buitres de los poderes mundiales de la riqueza más abyecta obscena y ruin hunden en la miseria a las clases medias y bajas con la destrucción del tejido social del estado, en todas sus vertientes de los derechos humanos. Trabajo, salud, educación, dignidad… Como creyente que soy de ese ser superior llamado Jesús, que es el que tiene la llave del enigma de la vida, pregunto: ¿Qué están haciendo los representantes de la fe, que de Dios han hecho negocio? Nada.
El tsunami que se abatió sobre los católicos y las fuerzas del poder de todo el orbe terráqueo los hizo temblar, cuando el Papa Benedicto XVI anunció por sorpresa su renuncia al pontificado. Esta renuncia del representante de la «multinacional» del «negocio más antiguo, sólido, próspero y eficiente», basado en la doctrina más revolucionaria y justa de un hombre llamado Jesús, es una demostración de las miserias y vicios de todo orden que se dan en la «Santa Sede». Podredumbre, degeneración, ambiciones y riqueza vergonzosa.
La dimisión del Papa tras el escándalo del mayordomo y el VATILEAKS, con las filtraciones de los documentos privados de éste, en los que escribía sobre la corrupción, las intrigas, la pederastia y la ambición dentro y fuera del Vaticano, es la muestra de lo que se gesta en ese centro del poder eclesiástico, y eso es sólo la punta del iceberg. Desde que el apóstol San Pedro predicó la doctrina evangélica de Jesús, los que le sucedieron sin escrúpulos, interés ni creencia en ella, se la pasaron por el «forro». Manipulándola y desvirtuándola, haciéndola a medida de sus ambiciones y vicios inconfesables. Y adorando al vellocino de la riqueza y el poder, se asentaron en un trono de oro, y montaron el gran negocio de la fe. Como muestra de esa «edificante» conducta, está toda la saga. El papado de los Borgia, el horror de la «santa» inquisición, la guerra de las cruzadas…
En verdad que no toda la iglesia fundada por San Pedro es degenerada y corrupta. La verdadera iglesia está en los extrarradios de las grandes ciudades y en el tercer mundo, impartiendo el evangelio con hechos más que con palabras. La iglesia de la teología de la liberación que el Vaticano y su curia silencian y apartan es la de los verdaderos creyentes y predicadores de la doctrina cristiana y sus obras, como la madre Teresa de Calcuta, Vicente Ferrer, el obispo de El Salvador, monseñor Romero, que lo asesinaron mientras decía misa, y tantos otros sacerdotes, seglares y ONGs que asisten a ese mundo desposeído de todo lo más elemental para sobrevivir. Pero, ¿qué les importa a estos representantes del negocio de la fe que viven sumidos en la ambición, la riqueza, el poder y se olvidaron de los principales mandamientos de la ley de Dios?
(No podéis servir a Dios y a las riquezas; ni plata, ni oro, ni dinero en los bolsillos; no amontonar tesoros para vosotros en la Tierra; no matarás; no hurtarás; ama a tu prójimo como a ti mismo; no cometerás actos impuros; y es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los cielos…). El Vaticano ha introducido siete pecados mortales. Entre ellos, la riqueza. ¡Qué ironía! Me pregunto si todos los millones de fervorosos fieles que siguen a los Papas han leído, entendido bien y creído la doctrina de Jesús y sus mandamientos. Lo dudo. Jesús no está representado, por los Papas de la iglesia católica romana. Y dijo Jesús, entrando en el templo furioso: «Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho una cueva de ladrones».
Josefina García
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