Domingo Soler Torregrosa
Concejal Alternativa Popular de Torrevieja
Torrevieja necesita una pieza de museo. Pero no necesita un falso yate de lujo para no se sabe qué extraños usos.
El proyecto de recuperación del barco original del Pascual Flores estuvo contextualizado en un ‘plan director’ con una pieza a escala real que testimoniase el duro trabajo de la navegación del primer tercio del siglo XX. Una navegación testimonio de la economía esencial del pueblo de Torrevieja de aquellos tiempos en todos sus ámbitos: calafeteado, pesca y exportación de sal.
La solución aportada por el grupo de ese plan era la de la creación de un barco estático que sirviera como pieza de museo y visitable. Todo dentro del ambicioso -y abortado actualmente- contexto del Museo del Mar y la Sal. Asimismo la arboladura de aquel barco se luciría con las velas desplegadas anunciando las noches de los certámenes internacionales de habaneras. Y, en caso de poner realizar una navegación restringida, servir para las procesiones de la Virgen del Carmen y la Virgen del Rosario de la Mata.
Pero el tiempo transcurrido desde que se iniciara ese plan, que arrancó en 1998 –hace ya 15 años-, demuestra el desinterés e, incluso, el desprecio por aquella iniciativa que con tanto entusiasmo, cariño y grandeza de ánimo emprendieron entonces tantísimas personas. Ahí ha quedado la lápida de los salineros. Una lápida que ni siquiera se puede visitar. Así como el caballete y la barcaza ‘surullo’ de evocador nombre, si se me permite la triste ironía.
En estos años hemos tenido que oír de todo. Por ejemplo, la pretensión espantosamente ridícula de querer convertirlo en ‘buque-escuela’. Las autonomías no pueden tener su propio Juan Sebastián de Elcano. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Y es que esa idea fue más parecida a una golfería-marinera que a una idea educativa. Con un agravante más: todavía aquellas mentes pensantes tuvieron la desfachatez de querer venderlo en un convenio secular.
Los torrevejenses seguimos haciendo todavía barcos a vela cuando el vapor pasó a la historia y todo el mundo aprovecha los motores en la navegación. Queremos emular a un Titanic hundido cuando nuestra apuesta ha de ser por la evolución. El PP no se identifica con el futuro que necesita Torrevieja. No quiere su bienestar ni quiere consolidar una ciudad como la nuestra. Y es que lo cierto es que no saben hacer un proyecto -por pequeño que sea- ni vanguardista ni de futuro. Ante esta situación, yo me niego una y mil veces a que Torrevieja no esté en la vanguardia del desarrollo económico y social. Y nosotros, los políticos, tenemos que cumplir con ese compromiso con nuestros ciudadanos.
Yo nunca vendería el Pascual Flores. Y cuando digo nunca es nunca. Y no lo haría porque representa el esfuerzo de muchísimas familias y las tragedias de tantos barcos hundidos. Representa ese futuro sin esperanza de la sociedad del primer tercio del siglo XX, tal y como ahora nos está demostrando cada día que pasa el equipo de Gobierno del PP.
Yo no estoy dispuesto a que Torrevieja no luche por un futuro tecnológico y sea signo de prosperidad para todas las familias. Por eso nunca vendería el Pascual Flores. Pero la réplica de dicho barco la venderé. Y cuando yo digo que se venderá es porque así será.
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