Hay que reinventar la cosa

El otro día, echando una ojeada a un diario digital, pude leer una entrevista con uno de los periodistas de mayor relieve que tenemos por esos mundos, Ignacio Ramonet es su nombre, decía cosas muy interesantes, pero me quedo, por sintetizar el asunto, en que actualmente, y con todo lo que estaba cayendo, tenemos la posibilidad de reinventar la política y el mundo, es decir, de darle la vuelta a todo este tinglado que hemos montado tan mal, desde la faceta política hasta la económica. Y no le falta razón, porque, veamos, yendo a lo más cercano, estamos ante el derrumbre de las instituciones de este país nuestro: la Corona, que está demostrando ser muy pilla, y que la pillan, claro; la Justicia, ay, que está demostrando ser muy injusta; el Gobierno, que no gobierna para los ciudadanos, sino para los mercados, es decir, los bancos, los fondos de inversión y el copón divino; la oposición, que todavía no se sabe muy bien a qué se opone; la Iglesia, que va con muchos siglos de retraso, y que sigue mirando hacia atrás con ira; las autonomías, que progresivamente se han ido convirtiendo en reinos de Taifas, haciendo lo que les da la real gana; los Ayuntamientos, en general, empeñados hasta las cejas. Esto por escribir en términos genrales. En cuanto a lo particular, hay que decir que debemos, entre todos un poco, reinventar las costumbres tan manidas y redichas de hacer un buen uso, si es posible a estas alturas, del bendito pailebote «Pascual Flores», que ya está diciendo aquí estoy yo, o sea, que su mantenimiento es una buena pasta. Otro ejemplo está en aquel novedoso balneario de lodos y de polvos, el de Toyo Ito, convertido en montón de escombros; o aquella obra tan turística que se iba a instalar en el Alto de la Casilla… Y así podría ir contando y escribiendo más cosicas, pero como no va a ninguna parte, pues aquí paz y allá gloria. Porque es evidente que se sigue en la línea de los malos modos, la grosería, el rencor y ese pecado tan nuestro que es la envidia. Si la inmensa mayoría de los españoles nos ponemos manos a la obra en reinventar todo esto, estoy seguro de que trabajo no nos va a faltar. Y ahora voy a mantener un rato el placentero silencio porque, como dice el último premio Cervantes, Caballero Bonald, «el silencio es también una buena palabra». Trabajo tenemos, y por un tubo. Buena suerte para esta quincena.

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