El Periódico de Torrevieja nº498

Escuchando cantar a los niños y jóvenes que participan en certámenes como el Juvenil de Habaneras, recientemente celebrado, se recupera un poco la fe en las personas. Al ver que hay una juventud que merece la pena. Que todavía tiene capacidad de sacrificio, inquietudes artísticas y culturales, tan alejadas de las corruptelas y perversidades que se ven cotidianamente. Como esos magníficos deportistas, que trabajan diariamente y sacrifican momentos de ocio y diversión para conseguir buenas marcas y campeonatos. O todos esos estudiantes que se esfuerzan para sacar buenas notas. Serán esas nuevas generaciones, posiblemente, la esperanza de esta sociedad degradada que nos rodea y nos escandaliza, ofreciéndonos su cara más oscura e indeseable. Esta sociedad en la que vemos cómo triunfan la hipocresía, la mentira y la bajeza moral, disfrazadas con sonrisas y falsedad. Donde para muchos es más importante ser de Dios que ser decente, quizá por la tranquilidad de creer que así pueden hacer todo lo peor, en la seguridad de que con ir a confesar quedarán absueltos, sin importarles un bledo lo que pueda suceder a las víctimas que dejan por el camino, atropellados por sus fechorías. No se valora el trabajo, ni la valía, ni la profesionalidad, sino la astucia y la mezquindad. Lo peor es cuando no escandalizan mucho las estafas y mentiras, sino el que se sepan y se llega a castigar más a quien las da a conocer que a los que las cometen. Así no es extraño que las encuestas del extranjero nos cataloguen como país corrupto.
Por eso, escuchando a los coralistas y viendo la emoción sincera de los ganadores, se siente la inmensa satisfacción de ver que aún existen personas buenas, jóvenes con ganas de competir limpiamente, de sacrificarse por conseguir algo digno que les apasiona, sin tener que rebajarse y hacer cosas que no debieran para alcanzar aquello que les motiva y hace bien.

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