Cuando casi todo se desvanece

Estamos viviendo momentos muy difíciles, y más nuestros jóvenes, cuando saben que su futuro está lejos de su país. Así será si quieren tener futuro. Y cuando digo nuestros jóvenes pienso, claro, también los que pululan por esta nuestra ciudad, que de Gran Población nada de nada, aunque me llamen, otra vez, antitorrevieja. Ya estoy acostumbrado. Os lo vengo a decir por esto: cada vez que vuelvo la cabeza -y no lo hago mucho porque me mareo, oyes- a mi municipio, oteando el horizonte, me deprimo, me entra un no sé qué por no sé dónde que me horrorizo. Nuestra situación económica no es buena, pero todos somos, en alguna forma, responsables de lo que nos ha pasado. Lógicamente, unos bastante más que otros, sobre todo quienes nos han gobernado durante tanto tiempo sin tener en cuenta -lo digo con alguna lágrima que otra- el futuro de los demás. ¿De qué sirvió todo el dinero que entró por la vía del ladrillo? Ay, qué pregunta más tonta. Ni la catedral, ni el balneario, ni el Pascual Flores, ni el Teatro, ni, ni… justifica el dislate creado. Bueno, tres cosas sí, la Macrodiscoteca, las paellas gigantes para los chanes y la reciente ampliación del Campo Santo. Y la locura no ha parado aquí, desgraciadamente. A Maruja Torres la expulsan de «El País» por cuestionar los recortes de la empresa donde está el ludópata bursátil mayor del Reino, un tal Cebrián. Y leyendo lo de Maruja me ocupo ahora de escribir que el otro día visité la librería Santos Ochoa, pudiendo ojear un libro sobre cuestiones de la Guerra Civil en Torrevieja. Interesante trabajo de C.M.L., que debería estar en todos los centros educativos, antes de que se privaticen todos, por supuesto. No sé mucho de esto, pero se nota que está bien trabajado, bien escrito, donde, al parecer, se ha puesto mucha entrega e ilusión. Esto nos viene a recordar que en esta bendita ciudad todavía quedan algunos especímenes dignos de trato, alabanza y encomio. Lógicamente, andan por ahí vagando, pululando como si de zombis se tratara, pero están ahí y cuando les pinchas un poquito sacan su creatividad, ya sea en la pintura, en la escritura, en la música, en el teatro… e incluso cosiendo calcetines, como se hacía antes. Yo creo que ya es hora de que la gente joven salga con su tremenda creatividad y consiga la calle, la ciudad. Seguro que nos alegraremos todos y seremos más felices. Potencial hay. Otra cosa es que desde los gobiernos se potencie, cuide, mime y remime. El potencial no el pesebre. Buena quincena.

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