Entre el agobiante calor y el murmullo veraniego siguen desapareciendo comercios en el centro. El tremendo drama de las empresas que no pueden mantenerse continúa. Cuando vemos cerrar un establecimiento, sentimos un escalofrío. Son personas que se van sumando al paro -que, a pesar de que haya bajado por la temporada alta, veremos la realidad al acabar el verano- y es también el terrible problema que crea en esos empresarios que pusieron su empeño en la creación de las empresas. Que expusieron en ellas su trabajo, su tiempo y su dinero, por no hablar de las ilusiones y esperanzas. Que ahora ven frustrados todos sus proyectos, en los que algunos llevan trabajando muchos años, que son su vida realmente. No es fácil tener que
renunciar a lo que ha significado el motor de la existencia, perdiendo además todo lo invertido y, en muchos casos, teniendo que hacer frente a las deudas causadas. Porque, a veces, en un ansia por esperar a ver si mejora la situación, se va retrasando el cierre, y cuando llega, está al límite y resulta doblemente doloroso, ya que los acreedores surgen por todas partes y, si no se controla bien, puede llegar a ser muy traumático.
Nosotros, desde aquí, queremos romper una lanza por todos esos empresarios honrados que están siendo víctimas de una situación que nos envuelve a todos, en mayor o menor medida. Ofrecer un mensaje de ánimo y apoyo a todos ellos, que ven sus negocios caer, sin poder evitarlo. Esa empresa por la que han luchado, vivido y sufrido, por la que han hecho sacrificios y que ahora ven perderse, sin poder evitarlo. Son tantos los carteles de cierre, venta y traspaso, que pasear por el centro es una desolación para los que sentimos esta situación como nuestra y creemos que es muy amargo. Sobre todo cuando se les ha visto trabajar para conseguir algo que al final se ha truncado. Sólo esperemos que pronto venga una recuperación y podamos salir adelante.
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