Los cambios son normales en la evolución de todo sistema. Pero cambiar por llevarle la contraria al otro no tiene mucho sentido. Eso es lo que parece que suelen hacer los políticos cuando llegan al poder. Sobre todo si el anterior era de otro partido. Sucede en casi todas las administraciones. Ahora se está viendo claramente en el Gobierno de la nación. Parece que lo que más interesa es cambiar todo lo que hicieron los anteriores. Vemos que cambian la Ley del Aborto, en un retroceso de treinta años, que no se entiende muy bien desde muchos sectores. Se cambia la Ley de Educación sin acuerdo, ni consenso alguno con ningún otro partido. Hay manifestaciones en contra por todo el país y el anuncio de que se cambiará de nuevo en el momento en que este partido pierda la mayoría absoluta. Por cambiar, se cambia hasta la Ley de Tráfico, asombrosamente, para que se pueda conducir a más velocidad; lo que da la impresión de que fuese sólo para llevar la contraria a los que la bajaron en su día para ahorrar energía, supuestamente. Es una muestra más -por si nos faltaba alguna- de que los políticos siguen a lo suyo, ¿no hay cosas más importantes por hacer en el país, en la situación en que estamos? Podrían empezar, por ejemplo, por la financiación de sus partidos. Algo que tiene tanto que mejorar. Hasta aquí se le dedicó un Pleno extraordinario. La verdad, un poco vergonzoso. Las mentiras, las verdades a medias y las marrullerías dejaron una imagen muy poco ejemplar de la clase política. Entre todo eso y que nunca les vemos hacer un esfuerzo y ajustarse a la situación actual de la economía, que agobia a tantos ciudadanos, mientras ellos siguen con todos sus asesores, coches oficiales, dietas y emolumentos intocables, están perdiendo todo el respeto de la ciudadanía, que, aunque no lo crean, también es importante.
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