José Manuel Dolón García y José Hurtado Paredes
Concejales de Los Verdes de Torrevieja
De nuevo nos almorzamos con el incremento del censo de la población en Torrevieja y con la noticia de que los rusos toman el relevo de otras comunidades foráneas al ser los responsables de esa subida poblacional en nuestra ciudad.
La noticia no es nueva. Lo único que cambia ahora es el sujeto que protagoniza ese incremento poblacional que, de alguna manera, se corresponde con el incesante crecimiento de la ciudad que durante los últimos años no ha dejado de producirse a golpe de ladrillazo y del urbanismo masificador y a la carta.
No queremos tener otra alternativa ni nos interesa cambiar el modelo de ciudad; con que se siga construyendo es suficiente y así se consigue mantener el ritmo de la especulación, de la sobreexplotación del escaso suelo que todavía queda por urbanizar, y mantener una bolsa de empleo precario y a expensas de un mercado inflado y desacreditado.
Lo importante es seguir la marcha, aunque reviente la máquina. Y la marcha no es otra que la destrucción del entorno, la sobrecarga del medio natural, la masificación demográfica y la degradación social; porque todo lo que se hace artificialmente y sin disponer de unas bases sólidas, está condenado al fracaso. Es pan para hoy y hambre para mañana, el famoso gigante con los pies de barro.
Alguien ha pensado que se puede seguir eternamente construyendo y creciendo, que el modelo no tiene límites y que Torrevieja, por ese camino, llegará a albergar hasta dos millones de personas en los próximos años si se mantiene el ritmo y seguimos vendiendo casas a propios y extraños.
Un monocultivo económico cerrado que sólo tiene una ventana a la diversidad, que como podemos apreciar la pondrá el origen del comprador de las viviendas. Primero fueron los franceses y madrileños, luego los suecos y murcianos, alemanes y vascos, ingleses y asturianos, holandeses y navarros, fineses y castellanos, noruegos y gallegos, y ahora los rusos, a los que mañana se sumarán los chinos e hindúes, andaluces, riojanos y/o extremeños.
No tenemos nada más que ofrecer a las nuevas generaciones; tan sólo una masificada y multirracial urbe que, por la debilidad de sus infraestructuras y servicios y por la fragilidad de su entramado social, sólo traerá más problemas, más segregación y más fragmentación social y humana, llevando la ciudad al borde del colapso, aunque, eso sí, los de siempre seguirán poniéndose las botas y enriqueciéndose a costa de tanta masificada degradación.
Demos pues la bienvenida a nuestros nuevos vecinos rusos mientras comprobamos como se reduce la presencia de otros colectivos procedentes de España y de Europa, pero sin tener ninguna seguridad de hasta cuándo va a durar esta nueva colonización, ni quiénes serán los siguientes en preparar el desembarco o de qué país o continente vendrán.
Mientras tanto, en Torrevieja seguimos desde el año 1986 sin revisar el P.G.O.U., sin saber hasta dónde queremos llegar o cuándo queremos parar, sin disponer de ningún tipo de modelo o diseño de la ciudad en la que queremos vivir y en la que pretendemos que lo hagan las futuras generaciones. El único objetivo y la única meta es crecer, seguir creciendo. Como indica el dicho popular: Burro grande, ande o no ande.
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