Manuel Bueno
Director de Colesterol Teatro
A veces, el hombre más primitivo y la modernidad me asaltan a diario y no sé qué decir. Sólo me queda subirme al abeto del salón y, desde allí, escribir, en mi computadora vegetal, el menú para una jornada que enreda mi destino hasta hacerle parecer indescifrable, absurdo, …insoportablemente digerible para el matemático de a pie que es el humanoide poblador del siglo actual (que nadie sabe cuál es y todos nombran con precisión relojera y anoréxica: el 21).
La noche y sus planetas desatan mi ignorancia y sumergen mi razón en la laguna profunda del pelícano que, más sabio, planea entre las sombras y sortea indiferente mis preguntas. Después, él desaparece y yo descubro cómo se derrama una estrella ,frente a mi, como una lágrima (quizás la mía, buscando el beso líquido y fugaz de cualquier joven asteroide).
Siento que viajo todo el día. Dentro y fuera de mí. Sin destino. Aunque parezca saber mis pasos, no es así: sólo distraigo la atención del policía de la vida, que es el miedo. La muerte, tal vez.
Las nubes gorgojean sobre mi cabeza y un colibrí multiplica infinitamente su gesto para no olvidar su nombre. Los delfines silban a lo lejos, y distraen, de nuevo, mi pasión humana por lo inalcanzable: ser y no ser a la vez. Hamlet y Ofelia deberían terminar por liarse de una vez, ya ves.
No soy un jaguar de Tikal, pero me gusta andar, de vez en cuando, entre las ramas. Para, también, colgado y del revés, como un banano erótico y sutil, apreciar la irracionalidad de aquellas cosas que termino por abrazar, como al felino moteado y rugidor que amo. No salpico, como el agua, pero me gusta sumergir tu mirada entre mis gestos de macaco recurrente. No vuelo, como una hoja de laurel, pero me pliego a la belleza del otoño y le agradezco sus vaivenes entre el ocre y el rojo desleído de su infinito bosquedal.
No soy roca glamourosa, ni amanecer de ocasión. No soy la tela de araña. Ni baba de caracol. No soy té, ni ron cubano. Tampoco huelo a café. No la tristeza de un triste. Nunca una cita a las tres. Ni un círculo, ni una rana, ni la raíz bien cuadrada de un gusano con cien pies.
Sé muy bien lo que no soy, … y apenas conozco al que inventa cada frase de este escrito lodazal. Es decir, no sé a quien o con quien me acuesto. Ni a quien ducho, alimento y alivio cuando enferma. No sé porqué está aquí, ni a qué ha venido. No sé por qué se mira en el espejo. No sé si quiere algo más de mi, o le basta por el momento con lo puesto. Sé de su inquietud natural por la injusticia. De su ternura, sé. De su amor por lo extraño. De su debilidad por el débil, también sé. Sé que, a veces, le dan ganas de irse para no volver. Y que le gusta el día y se sumerge en la noche sin consciencia. Sé que el tipo es divertido. Que se ríe como un ornitorrinco. Y que es un lobo solitario solidario, que está haciéndose mayor. Sé que respeta las reglas del Universo, y que las hace propias, para fundirse como el queso con un pan. Que teatraliza su vida, porque le ayuda a encontrar su otra dimensión no terrenal y que se queda ensimismado, a veces, mirando el horizonte transversal.
La realidad, es que sé y no sé a quien acompaño. Que estoy perdido con él. Con él no hay paz, ni después gloria, sólo olvido. No sé quien soy. No sé quien es. Un buen punto de partida para el nuevo año. No saber, nos hace niños otra vez. Disfrutemos pues.
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