Agustín de Hipona y Tomás de Aquino
Esta crónica cuarta sobre algunos temas de la conferencia en el Ateneo Miguel Hernández de Torrevieja de finales de 2013 pretende presentar el periodo medieval, a veces denominado de oscurantismo, bajo el prisma del análisis de dos de sus máximos representantes, que iniciaron y concluyeron las formas intermedias de la política europea durante los siglos V al XIV de nuestra era.
Una serie de eventos como la conquista y saqueo de Roma, ciudad imperial, en 410 y la difusión de doctrinas heterodoxas como el pelagianismo y el arrianismo le obligaron a Agustín de Hipona a salir en defensa de la doctrina ortodoxa proclamada por Flavio Teodosio (346-379) como emperador del Oriente y del Occidente en Europa. Agustín nunca se liberó totalmente, ni con la ayuda de su madre Mónica, de las doctrinas heterodoxas de su juventud, como el Pelagianismo, convirtiéndose luego en adalid del Bien contra el Mal. Su voluminosa obra «De Civitate Dei» dejaría un impacto de varios siglos en que el predominio de la Fe habría que aceptarlo a trancas y a barrancas, creando involucionismo en los temas de la conciencia y en la política posterior de comienzos del Medievo.
La reacción varios siglos más tarde de Tommaso d’Aquino (1229-1274), que vio acercarse la luz renacentista del Platonismo florentino, trató de dar razones al tema de la fe, pues tras el colapso de los poderes imperiales, se formarán ciudades o burgos que controlaban al canpesinado por medio de la sujeción a los monarcas o reyes. La figura de Tommaso de Aquino resulta fundamental al volver a la tradición de los clásicos con su tratado «De regimene Principum» (1269), conocido como los principios políticos de las monarquías europeas, que él justificaba, pues evitaban mayores males como el abuso del poder.
HECHOS Y DICHOS
La fe es como el amor; no puede ser impuesta por la fuerza. Arthur Schopenhauer
FRASE DEl POETA WALT WHITMAN
La fe es el antiséptico del alma
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