Ya sabemos, porque nos están inflando a información a través de los medios de comunicación de masas, que después de la reforma laboral -que según los sabios que cobran mucho, mucho dinero al mes, debe de seguir profundizándose- va a venir, sin prisa y sin pausa, la reforma fiscal, una reforma que según los entendidos va a ser el recopón. Pues nada, aquí estaremos esperándola con inusual heroísmo y ramplona incertidumbre, porque incierta y rabiosa se le ve venir. Uno, de siempre, les ha tenido mucho respeto, muchísimo, a los mal llamados «Comités de Sabios», que debe de ser algo así como un grupo de señores (¿alguna mujer, por ventura?) que saben mucho de todo, igual que los sacerdotes saben del matrimonio aunque no se hayan casado más que con Dios. Unos los llaman sabios, otros expertos y muchos otros resabiados, aunque esto último no sé exactamente por qué lo dicen, pero debe de ser por algo especial. Otros, que no son pocos, apuntan a que estamos ante otro timo más grande que el mar, después del timo de la reforma laboral, de las pensiones, de la ayuda con dinero público a la banca, de la reforma de la enseñanza, de la privatización de la sanidad, de la reforma de la Justicia, de la privatización del registro civil, de la contrarreforma ley del aborto, o de la financiación irregular del PP en la Comunidad Valenciana y en el reino de España (y el de los Ere en Andalucía, por supuesto), por poner algunos ejemplos de majestuosos timos a la ciudadanía en general. El fondo de toda la reforma fiscal que viene, creo yo, es la historia de siempre, desde que el mundo es mundo, es decir, pagarán al Fisco más los de siempre, de forma progresiva a través de los impuestos directos e indirectos, y los otros, los que más tienen, pues pagarán menos, como siempre, porque no existe justicia distributiva de la riqueza… En fin, que esto cansa mucho ya.
Pero lo que no voy a perdonar, eso sí que no, es que este grupo de expertos vaya a crear, imitando a los gabachos, vaya por Dios, un impuesto leve, suave, suave que me estás matando, un impuesto sobre el VINO, esos vinos tan espectaculares que tenemos en nuestro país, vinos tranquilos y espumosos, ácidos y potentes, sobrios y finos, tan buenos para combatir el cáncer de muelas, dicen algunos médicos, que yo no me lo invento, ¿eh? No sé, a mi me parece que esto es una inmensa canallada, porque el final es que nada más van a poder beber vino los ricos, me cago en mis muelas… No es que uno sea un incorregible dipsómano, pero es que al final hacen que se indignen hasta las vacas. Por cierto, hablando de indignación, eso de que el primer edil benidormí quiera ahora incrementarse una miajilla el sueldo, es decir, más allá de los tres mil quinientos euroncios, no deja de ser una escueta sinvergonzonería, se pinte como se pinte, y si hay alguien por ahí que cobre más o mucho más, peor que peor. No son tiempos para saquear las arcas públicas, ni antes ni ahora, vaya.
El Cervantes
Aplaudo, cómo no, el convenio firmado con el Instituto Cervantes para proyectar la lengua española a través de nuestro Certamen de Habaneras, idea que, por cierto, viene de muy atrás, y que por cierta miopía política del mandamás de turno no se pudo conseguir en otra época más gloriosa y con mayor presupuesto. Dicho lo cual, me planteo si es que hasta ahora no se había proyectado el idioma español en el mundo mundial con el canto de la habanera. En fin, pelillos a la mar y bienvenido el convenio, que ojalá no quede en papel mojado, porque si no sería capaz de levantar la cabeza Don Miguel y darnos un quijotesco calbote. Salud, lectores, y a vaguear un rato.
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