¡Que escándalo! ¡Qué injusticia! ¡Qué osadía! Una mujer de sangre «real», Cristina de Borbón, altamente instruida, imputada.
¿Dónde se ha visto eso? Súbditos y vasallos se rasgan las vestiduras, papá rey y altos poderes revuelven cielo y tierra para salvar de semejante «atropello» a tan «alta dignidad. Y así pasa lo que está pasando. A la fuerza, tras la «tozudez» del valiente y justo juez Castro, la imputada va a juicio. Pero…
Este juicio era y es «la CRONICA DE UN JUICIO ABSOLUTORIO ANUNCIADO», donde, como está visto, los poderes están por encima de todas las leyes. Pero, de momento, estar imputado es, como ahora se lleva, presuntamente, un delito en toda regla.
Nuestra Constitución nos otorga en nuestra democracia, en su artículo 1, como valores superiores, entre otros, la igualdad, la justicia y la libertad. Y, según en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, imputar es atribuir a otro una culpa, delito o acción. Señalar la aplicación o inversión de una cantidad, sea al entregarla, sea al tomar razón de ella en cuenta. Punto. Y decir que una imputación no quiere decir nada…
Calpurnia
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