Ya no se oyen tambores… ni cercanos ni lejanos. Pasó el tiempo de Cuaresma de pronto -¿cuánto son cuarenta días y cuarenta noches?-, tiempo de preparación para lo por venir y que, como todos los años, se nos hizo algo agobiante, puesto que el cristiano se siente concernido ante tanta pregunta silenciosa que recibe su conciencia.
Pasó el pregón, este año bien preparado y maquetado pero necesariamente agridulce. Por un lado lo que el hombre doliente sufre y sufre… se nos dijo, y que por tanto es a Cristo al que hemos de ver en esos rostros… Por otro, la alegría desbordante y la esperanza en el mundo mejor que nos espera…
Pasó otra tarde -qué bien suena el libro del Génesis-, y llegó un domingo con sus palmas y ramos y su alegría gozosa con sus vítores al profeta, al elegido que sanaba, al Rey, al demiurgo en fin…
Pasó otro día y rememoramos con emoción el anuncio de su entrega para que sepamos escoger el camino de la salvación… «Tomad y comed…».
Pasó otra mañana y nos acordamos de aquella tarde de llanto y de dolor que fue la del escarnio y su muerte de cruz. Se consumó el sacrificio ofreciendo en esa definitiva Alianza con los hombres, la redención de todos…
Y pasó otra tarde… hacia lo que al final es glorioso y que nos llena de esperanza… «¿A quién buscáis?». «No está aquí, ha resucitado».
Y ya han pasado algunas horas, pocos días, y no queda más que el silencio del hombre en su pequeñez desconcertada recordando en susurros las vivencias que tuvo ese Cristo entre los hombres… No he venido a derogar la Ley ni a condenar a nadie. «Quién esté libre de pecado…». Sólo dos mandatos. Dios por encima y tu prójimo a la par…
Ya no se oyen tambores ni cercanos ni lejanos, ni trompetas ni ruidos ni clamores… Sólo habitamos en ese silencio que nos acogota circunstancialmente, pero que eso sí, nos inquiere una y otra vez por lo que estamos haciendo… y por lo que dejamos de hacer…
Sólo se nos muestra el poder y la opulencia. Todo al mismo tiempo es miseria y jactancia y soberbia degradantes… ¿Quién es el otro?. «¿Maestro, quién es mi prójimo?».
Y ya aquí en este viernes, en nuestra insignificante comunidad parroquial, recordar que nos queda sólo un acto de servicio programado. Es el del próximo lunes, día de San Vicente Ferrer, después de la misa de las ocho y media de la mañana, cuando salga por las calles, un año más, la procesión del comulgar…
Insignificante comunidad parroquial que seguirá en la semana de octava de Pascua en la que nos encontramos y en las siguientes semanas hasta el día de Pentecostés, proclamando por dos veces el aleluya glorioso. Y trabajando a modo con denuedo y entusiasmo en todas y cada una de las catequesis. Para niños, jóvenes y mayores.
JortizrochE
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