La lectura de la última novela del escritor Luis García Montero me introduce en un túnel de nostalgia y sobre todo de recuerdos. Esos recuerdos que no dejan de ser síntomas de que el tiempo y los años nos van acechando de una manera implacable. Todo cambia, pero nos quedan los recuerdos. Una ciudad que se transforma, edificios que se levantan por doquier, eriales y alacraneras donde jugamos de pequeños con los amigos del barrio que se asfaltan y urbanizan, pero yo siempre recordaré la geografía de aquellos años, de aquellos maravillosos veranos de la Playa del Cura, el paredón y del muelle de la sal. La realidad es una alegoría para la memoria. Y me adhiero a la teoría de este magnífico escritor en relación con «todo lo que nos afecta permanece en nosotros, aunque se pierda en el tiempo».
El tiempo de un pueblo que creció a una velocidad vertiginosa, el tiempo y el paso que nos marcaron desde fuera a toque de especulación. El tiempo y la sensatez que les faltó, tal vez, a muchos políticos y a la sociedad torrevejense en general, para haberse planteado otro tipo de desarrollo, otra alternativa más pausada a la fiebre del oro urbanístico y otro modelo de ciudad.
A un año vista de elecciones y tras más de veinte de hegemonía y responsabilidad de gobierno del Partido Popular, es un buen momento para que la sociedad de Torrevieja se replantee qué tipo de ciudad y por qué tipo de futuro queremos luchar. El tiempo camina inexorable y los torrevejenses nos encontramos ante una encrucijada, ante una ciudad y una sociedad que debe y necesita reinventarse e intentar proyectarse hacia el futuro más inmediato.
Pero todo esto debe realizarse con la participación y la opinión de todos. Necesitamos, más que nunca, un amplio debate y abrir éste a los CIUDADANOS, hacer que todos nos sintamos responsables y partícipes del futuro de nuestra ciudad. El concepto de participación no es tomar amablemente un té por cortesía de determinado responsable político y después publicitarlo a través de la magia tramposa de los reportajes fotográficos. El poder siempre castra y amputa la opinión y la participación de los ciudadanos que no les interesa o les molesta. Por eso, ahora, más que nunca, habrá que ser muy escrupuloso a la hora de depositar nuestra confianza en determinados programas y partidos políticos. Debemos ser exigentes y recuperar el sitio que nos corresponde como CIUDADANOS. Por eso, cuando llegue la hora de votar, deberíamos recuperar nuestros recuerdos y conseguir que no se pierdan en el tiempo ni en el olvido de tantas promesas incumplidas.
Salva Torregrosa
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