Según el artículo 16.3 de la Constitución Española de 1978, debiera ser aconfesional, manteniendo relaciones con los diversos credos, sin olvidar a los ateos, que también abundan. Pues bien, el fin de semana del sábado y domingo 28 y 29 de junio de 2014, la comunidad católica del Barrio de la Punta de Torrevieja se lanzó a las calles en una multitudinaria explosión de fervor cristiano que recordaba a épocas pasadas en una ciudad donde ahora se practican, y siempre privadamente, casi todas las confesiones del mundo. Pero las excepciones con la secta católica son múltiples en España, como el destino del 0,7% del IRPF a subvencionar la enseñanza religiosa, en su mayor parte bajo el control de organizaciones católicas. «Ninguna religión tendrá carácter estatal», dice la Constitución de 1978, pero se la pasan a la torera, pues debieran pensar los políticos que no son esas imágenes religiosas que invaden lugares públicos las que pasan hambre y estrecheces económicas, siendo simples estructuras que algunos se obstinan casi en divinizar y ya es tiempo de que no se confunda la moral ética con ninguna de las religiones existentes.
Jon Oria
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