Manuel Bueno
Director de Colesterol Teatro
El Presidente de Uruguay (Frente Amplio), Mujica (el Pepe, para los amigos de siempre) destila una bondad apaleada. De perro viejo, al que «le han dado lo suyo» por ser fiel a sí mismo. Pausado, profundo, deshilacha frases para ser recordadas por cualquier generación que aprecie el rasgo noble de lo humano. Don Pepe, es Cicerón, Virgilio, Séneca o Sócrates, pero con acento charrúa y, a veces, bacilón. Y, además, es listo el tipo, muy listo. Vive como piensa. Piensa como siente. Vive, siente y piensa armoniosamente, mientras acaricia a Manuela (una perra que, cansada de andar, cojea su rebeldía). Dentro, pero fuera. Fuera, pero dentro. Así vive. Ayuda a resolver los enrededos capitalistas de su pequeña república, pero duerme en su viejo (por los años compartidos) ranchito, donde cultiva hortalizas en la realidad de una tierra, que le está esperando hace tiempo, para desmenuzar juntos, por fin, las lógicas confidencias de aquellos que se conocen desde siempre.
Guerrilla, cárcel, aislamiento y vuelta a empezar. Ciclos uruguayos, ciclos japoneses, ciclos tutsis,…. ciclos: ruedas de acontecimientos individuales, sociales, universales que van y vienen, una y otra vez, hasta agotarnos. Mujica, los ha vivido todos. Casi todos. Ahora, le da risa la estupidez humana. Antes, quizás, le amargaran las horas. Ahora, se le nota que está como despidiéndose. Sí, se despide de un mundo del que siempre huyó, de ese mundo atrincherado en el consumo inútil, en la apariencia vanal, en la acumulación de bienes más allá de la necesidad que tiene un ser humano para llevar una vida digna, honrada y solidaria que provoque una felicidad real….
En un planeta generoso, pero maltratado, como el nuestro, los resultados finales de este comportamiento enfermizo de sus habitantes, son impredecibles. Las contradicciones existenciales, generadas por nosotros mismos, nos angustian, nos bloquean, nos dividen y nos hacen enloquecer. Desde esa neurosis colectiva galopante, las conductas disparatadas y agresivas contra todo lo que está a nuestro alcance, hacen que el carácter destructivo, que el hombre ha desarrollado, sea capaz de esquilmar bosques, deshacer los hielos polares, aniquilar especies y contaminar el aire que respiramos todos.
La raza humana es la única especie capaz de suicidarse, contradiciendo, así, el valor universal que debiera respetar y compartir todo ser vivo, ….pero no. Estamos diseñados para el disfrute, para el gozo, para la celebración de la vida,….pero tampoco: la tendencia paranoide del individuo dominante es la propia autodestrucción. ¿Se puede saber qué cojones está haciendo este payo loco?.
Don Pepe se ríe de la motivación rutinaria de un tal Rockefeller, al que conoció un día en Nueva York: «acumulando plata durante toda su vida, …y, ¿para qué?». «El hombre rico es quien necesita menos cosas para vivir». Este carismático y extraño (por su escasez) sabio, de casi 80 años, ejemplifica la sencillez y naturalidad de pensamiento y vida, la espontaneidad, la honradez, la solidaridad y la cordura para con sus semejantes. Comparte o regala lo que no estima necesario para su propio mantenimiento material. Dulcifica el tiempo con su charla entonada y reflexiva de yayo flauta vivido e ingenioso. Sincero, (se le recuerda que Uruguay ha sido proclamado «mejor país del 2013») Don Pepe, responde: «cómo estarán los otros (países)», o muestra su antiguo modelo de auto (que tiene guardado en un chiscón) y defiende, con aplomo, su buen estado a pesar del tiempo. También, subraya los defectos de las ideologías de la derecha: el «conservadurismo reaccionario». O el de la izquierda: un «infantilismo», que confunde la realidad con el deseo.
En fin, Pepe Mujica: hombre, uruguayo, filósofo, campesino, compañero, tupamaro, político presidencial y, sobre todo, un ser muy, muy entrañable. Gracias, hermano, por ser como vos sós.
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