Terry Chaffe
Miembro de la candidatura a la Alcaldía por PSOE-Nueva Izquierda en 1999
Han pasado unos 17 años desde que estuve implicado en la vida pública y política de Torrevieja. Ha llovido mucho, mucho, desde entonces, pero incluso ahora en los verdes campos de mi retiro aquí en las praderas de Cambridge, los recuerdos de mi vida en España vuelven demasiadas veces, para, al menos, permitir a este ex-luchador de las causas de la izquierda sonreír para sí mismo en su vejez y decir «qué será, será»… A pesar de los intentos de Tony Blair aquí en el Reino Unido y de Felipe González en España por contarnos que la izquierda estaba en ascenso, la sencilla aritmética de la vida nos ha revelado que es más bien al contrario. Dado que yo estaba en primera línea con mis creencias y nunca me importó si, cuando escalaba los muros del parapeto, no había nadie sujetando la escalera, a algunos les sorprenderá que en estos momentos me limite a hacer muy de vez en cuando un comentario en la radio local, o, más de vez en cuando todavía, una columna escrita. Mis emociones han tomado la senda del entumecimiento y sólo cuando el Chelsea no consigue imponerse al Atlético de Madrid puedo tener cierta tendencia a que se me altere el ritmo cardiaco o cierta inclinación a que se me acelere el pulso. HASTA QUE me enteré de que a un tal Pedro Hernández Mateo lo han enviado a la cárcel, y no en su antigua capa del antaño idolatrado alcalde de Torrevieja. Tengo que admitir que, al recibir la noticia, poco a poco los ojos se me fueron poniendo como platos, mi boca tomó la forma de un melón y me agarré bien fuerte las costillas en anticipación a la tormenta de carcajadas que estaba a punto de apoderarse de mí. Habían pasado diecisiete años, y de repente me sentí transportado a toda la m…, la marrullería, el aire de supremacía y la cara dura que fueron los principales componentes que conformaban el Partido Popular liderado por el coloso conocido por el nombre de Pedro Hernández Mateo. Mientras la extraña calidez del sol masajeaba mi cuerpo cansado, empecé a retorcerme, tambalearme y agitarme con rabia por no haber estado en Torrevieja para ver «in situ» su cara cuando el policía le pidiera que lo acompañase a dondequiera que lo llevara. Demasiado tarde para el pueblo de Torrevieja para recuperar los fajos y fajos de «billetes» que su «padre espiritual» había desviado a cuentas bancarias a donde nunca deberían haber ido… En vez de eso, tendré que estar satisfecho por recordarme este episodio que mi dicho favorito, «el tiempo pone a cada uno en su lugar», sigue siendo siempre correcto. Sin embargo, en algún lugar de Suecia vive una familia llamada Jungestedt a la que, no importa cuánto tiempo pase, nunca podrá poner ni pondrá en su sitio algo que retrató al alcalde y sus amiguetes en agosto de 1999. Aquellos lectores que puedan recordar el accidente de baño aquí en Torrevieja pueden o no conocer lo que ocurrió a la entonces joven Jasmin, pero les suplico que introduzcan su nombre en Google y se sorprendan. Aquellos de Vds. que no sepan nada, hagan lo mismo. Yasmin Jungestedt es una joven realmente admirable… Bueno, yo, por mi parte, voy a hacer un viaje muy especial a la cárcel de Murcia donde reside Don Pedro y darle recuerdos. Sólo le diré unas palabras… Le diré muy despacio: «Ah, bueno, mi viejo amigo, suerte que sólo te haya caído una teja, si de mi hubiera dependido, se te habría caído encima todo el p… tejado. Es una pequeña broma entre nosotros. ¡Hasta pronto, alcalde!».
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