Sonreír

Manuel Bueno
Director de Colesterol Teatro

Sonreír, es reír al son. ¿Al son de qué?. No sé. Lo más güai sería al son de cada cual. Vamos, sin la necesidad de quedar bien en la foto. «¿Qué foto?: la de todos los días. Esa foto que nos saca la vida cuando nos ponemos a ello, o sea, a vivir.
Hoy día no es fácil sonreír, y menos con son. El son cubano nos muestra la sonrisa abierta de esa negritud isleña, teñida por un malecón jinetero y bacilón. «Si bacila tu cintura, sonreirás con soltura, mi amol». Eso es, la cintura bullanguera y la sonrisa huracanada del Caribe, bailan al son del negrito guaguancó. Como una música cadenciosa y tropical, la sonrisa debería señalar, más a menudo, la ruta de un cálido amanecer, teñido por un horizonte verde esmeralda, imposible de confundir con la tabla de planchar de mama Samba.
A veces, apretamos los dientes, y la sonrisa da miedo hasta de mostrarla en Facebook. Sí, la sonrisa del miedo nos deja indefensos , porque quedamos retratados como idiotas, ante aquellos que nos empujan contra la pared, contra la nada.
La sonrisa del miedo es una especie de máscara, una mueca congelada. Digo yo que, de vez en cuando, habría que arrearle un mordisco al miedo y así, cuando alguien nos faltara el respeto o intentara atrofiar nuestra amada dignidad, solo con enseñarle nuestra sonrisa incisiva al agresor, conseguiríamos se le bajara la chulería y la puta casta al entresuelo. Y, entre suelo y cielo, una cesta de b-risa, que es como una carcajada leve y soñolienta de solidarios acordes, teñidos de incontestables transparencias. En prosa, alas de mariposa cosquilleándonos las pelotas, o, también, pezones multiformes, color azafrán, marcando el perfil de unos labios dispuestos a firmar la paz Palestina en territorio de Israel (manda huevos!, esto debería ser al revés, no?). Sigo: habría que disparar la risa, o sea, sonreír disparatadamente, lanzar un misil de buenas intenciones. Clonar un clon de amistad entre los bandos. Bandear la bandera. Gaza, Ramala, Telaviv, Tokio. Porque todos somos Japón cuando reímos. Al entornar los ojos, como un grano de arroz, diluimos en la infinita sopa astral de la eterna melancolía, una gran sonrisa-monalisa, que se irá cociendo a fuego lento, hasta el imposible amanecer del no va más. Hagan juego esta noche de amores, porque la ruleta, señores, …está a punto de estallar. Sonría, camine con ganas y apostemos por la paz.
La risa es contagiosa. Como el ébola, sí, la risa, mata. Morir con la sonrisa puesta es una buena forma de despedirse del trabajo, de la vida, del amor. Pero no. Después de un tajo repentino, de los tres nos vamos alejando despacio, cansinos, incrédulos, desconcertados, desposeídos, rotos. Romper a reír es el antídoto. Rompe y rásgate de risa. No te reconozcas ante el espejo. «Mueve tus caderas, cuando todo vaya mal. Mueve tus caderas, alante y atrás, alante y atrás». ….
Muérete de risa. Vive como una carcajada imposible de wassapear. No abrevies tus ratos mágicos y tómate «el directo» como lo que es: temperatura, hormonas, carne de primera e imaginación sin pausa. Intuición. Abrázate al prójimo, después de reír, frungir, o lo que te permita tu intangible voluntad y….tus años. Je, je, je,…risoterapia al fin. Un suponer. Feliz verano.

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