Un grupo de familias, y no familias, decenas de ellos, fueron desahuciados recientemente en Cádiz y abandonados a la intemperie, y, por si fuera poco, abandonados sin cobijo y casi sin nada, con el vestido. Tras una búsqueda desesperada, el grupo encontró un edificio abandonado sin agua, sin luz y sin condiciones para vivir, pero tenía un techo y unas habitaciones para acampar provisionalmente.
Desahuciados, abandonados y olvidados. ¿Dónde leímos, dónde se declara, que el ser humano parece tener derecho a un cobijo o casa, a agua, a electricidad y a la sanidad? ¿Cómo es posible entender que haya más millonarios en España en 2014 que en 2013, cuando nuestros pobres se están muriendo de hambre y la pobreza continúa su marcha ascendente? La mayoría de los componentes de ese desgraciado grupo no tienen trabajo ni ayuda económica alguna, ni comida, ni vestidos, ni camas, ni mantas, reciben el agua de la caridad y se alumbran con velas y aparatos con pilas usados para matar mosquitos.
¿Dónde se ha dicho que los desahucios son cosa del pasado? ¿Por qué los bancos continúan actuando sin el esperado y acordado control en contra de los desahucios? ¿Por qué todavia parece existir el fraude en la construcción, donde algunas personas que han pagado casi la totalidad del importe de la compra de sus casas se han visto casi obligados a perder sus casas o pagar de nuevo, porque el constructor niega haber recibido pago alguno o tener algún contrato con los propietarios, cuando en realidad existe documentación al efecto?
El egoísmo no debe vencer a la bondad.
Esperamos y deseamos que la justicia y el raciocionio imperen en estos casos, tanto en los desahuciados en España, como los propietarios engañados, especialmente desde 2005 hasta la fecha.
José Antonio Rivero Santana
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