Es esta carrera contra reloj para salir al encuentro de los lectores, probablemente una carrera que no ganaré.
Pero es que lucho también contra mi desasosiego al no comentar, aunque sea en trazos gruesos, el paso por el calendario de esa Semana Santa que, otro año más, con el plus del buen tiempo, ha demostrado su arraigo en el corazón de los españoles.
Y me creo modestamente obligado a llevar ese comentario fraternalmente desde dentro hacia fuera. Si las calles de todos los pueblos y ciudades de España han sido exponente de ese sinfín de tantas cosas que invaden e inundan todos y cada uno de nuestros sentidos al contemplar y sentir tanta belleza, sepamos al menos el porqué.
Porque toda la imaginería que desfila ante nuestros ojos y que nos lleva a esa contemplación sublime o por lo menos entusiasta de lo que vemos, es reflejo patente de lo que la Iglesia nos descubre en unos días que acertadamente dice ella (la Iglesia), que es dentro del año litúrgico el tiempo más fuerte y solemne. El Triduo Pascual o culminación de todo. Jueves, Viernes y Vigilia en la noche de Pascua, que es la del sábado noche. ¡Y qué celebración del sábado noche, vista desde nuestro campanario!
La Misa vespertina del Jueves conmemora la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio. Y quienes más profundamente comprendieron el significado salvador de la última cena de Jesús con sus apóstoles fueron los testigos de su resurrección. Ese Viernes Santo celebra, sí, celebra, la Pasión y muerte de Jesús, el Cristo, el Mesías redentor para todos sus creyentes, y en el que todos los años invariablemente la Iglesia entona una oración universal de apoteosis. Y en la Vigilia por antonomasia del sábado de este año, nos emocionó el comienzo de la celebración con el encendido de la Luz a las puertas del templo y con asistencia inusual por numerosa de los fieles. Luz de luz, que enciende el cirio pascual para todo el año, que da testimonio de Cristo, y signo visible en los bautismos hasta el año que viene. Bautismo que se nos enseña, que es una muerte y un resurgir al mismo tiempo. Te haces cristiano y se da el más bello significado. Muere el hombre viejo pecador y resurge el nuevo a la vida de gracia. Es nada más ni nada menos que Pascua de Resurrección.
Y, por qué no, terminar con la frase que mejor le venga a este tiempo… de qué es este tiempo que nos ha tocado vivir…que no lo sé. Pero sí, lo digo, la Iglesia, nuestra Iglesia sigue dando al mundo mártires por centenares, por miles… Por eso, el Papa Francisco hace unas horas ha dicho una vez más a la comunidad internacional, que yo no sé quién es, que cese el genocidio que en países lejanos y no tan lejanos se está llevando a cabo contra los cristianos, por el terrible delito de ser… cristianos.
JortizrochE
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