¡No al traslado del mercadillo a las afueras!

La muerte inducida de nuestro mercadillo, y hablo con propiedad, puesto que lo hacemos entre todos, vendedores y consumidores, es la muerte de otro bien social a destruir por el gobierno local, que sigue las reglas restrictivas, antisociales del PP para la ciudadanía, y son una muestra de lo que mira este gobierno por el bien común del pueblo. Desde los años cuarenta, éste forma parte de nuestra ciudad y de nosotros mismos, como medio económico muy importante, en nuestro presupuesto familiar, es la cesta de la compra; que además de ser un reclamo turístico, alimenta bien las arcas de nuestra Alcaldía. En estos tiempos paupérrimos con la soga al cuello que nos ahoga a los de siempre, y una podredumbre inmoral de corrupción a todos los niveles del poder político, el mercadillo es el chivo expiatorio a sacrificar, por los intereses de las multinacionales del comercio, las particulares y afines, que en nuestra ciudad se da muy bien, pues sin chistar al pueblo lo manipulan y mueven como piezas de ajedrez jaque y mate.
Quitar el mercadillo y llevarlo a las afueras es el argumento de siempre. Ruidos, suciedad, incomodidad, peligro, etc. Desde siempre, en todas las culturas y lugares más remotos hasta hoy día, los mercadillos están ahí, en los centros de capitales, ciudades, pueblos, con su cultura y colorido particular y dando calidad de vida, enriqueciendo la economía de los ciudadanos de cada país. Quitarlo y llevarlo al quinto pino es un atropello a todos los consumidores del mismo que llenamos la cesta de la compra, según el presupuesto familiar, con diversidad de precios y calidades, que en ningún otro sitio hay. Al mercadillo lo mismo van amas de casa, jóvenes, y mayores como yo, y hombres, con carritos unos, y otros, apoyándose en bastones haciendo un esfuerzo para equilibrar la economía doméstica, que es la de todos los que vamos a él. También van y se benefician de él, a la par que les sirve como aliciente y distracción, pues lo tienen allí mismo, son las/los ancianos que están en la residencia de la tercera edad que viven apartados de sus familias y no tienen otra salida para el disfrute con el mundo exterior; comprando cosas que les gustan. Fruta, dulces, ropa, baratijas, etc, que les hacen ilusión y les alegran un poco sus vidas de lo llamado eufemísticamente residencia, antes asilo. A estas personas les quitan ese medio que es el mercadillo de los viernes, que también les sirve para darse un día a la semana de asueto. Salir, pasear, curiosear y comprarse cosas que les hacen felices.
Este bien es el que nos van a quitar los que se les da el voto, no sólo para hacer macronegocios para unos cuantos, sino, principalmente, para dar al pueblo que les vota, mejor y mayor calidad de vida. ¿Saben estos dirigentes que hay varios solares súper grandísimos donde se pone el mercadillo? Uno, el que fuera el cerco de García en Antonio Machado; donde tiene parada los autobuses y antes de la crisis iban hacer otro supercomercio, que está parado. Otro más adelante, en pleno mercadillo, que coge las calles Patricio Zammit, maestro Francisco Casanovas, Almudena y, enfrente de éste, otro más de gran dimensión como los otros. Estos grandísimos solares están ahí desde siempre; no los ha colonizado la ex-fiebre especulativa de la burbuja inmobiliaria. ¿Por qué con los dueños de los solares no se han hecho, por medio de una compra, con uno de ellos para poner allí el mercadillo? Si es que éstos se niegan, cuando hay voluntad de intervenir para hacer un bien, se expropia. Pues así pasa cada vez que usan ese medio expeditivo los gobiernos, en cualquier circunstancia. Pero no, aquí se ve que hay otros «intereses» que son los que mandan.
Ahora estas mentes «lúcidas inteligentes» nos dicen que pondrán autobuses para ir al mercadillo, y a mí me da el histérico, como decía mi abuela. ¡Qué manera más necia y torticera de engaño! ¿Nos creen tan necios? ¿Dónde van a caber todos los carritos llenos hasta los topes y sus dueños? ¿En el pasillo? ¿O encima de los asientos? Y el subirlos es un ímprobo esfuerzo. Y aquí una prueba. Hace un viernes fui a coger el autobús para ir al hospital y, al llegar éste, empezó a subir a la gente. Algunos venían del mercadillo, con los carritos de la compra llenos, y colapsaban el pasillo; y la conductora, con malos modales y humos, gritó: «¡Las de los carritos! Quitaros de los pasillos y ponerse en el sitio libre de asientos -que solo cabían dos o tres-», y a continuación exclamó con mala uva: «¡Qué asco de viernes!». Esto es una muestra de lo que es realidad. Lo de poner autobuses es de premio Nobel, de inteligencia supina. ¿Quizás es que quieren poner allí también hoteles, bares, y el «negocio es redondo»? Desde aquí, mi respeto a los vendedores, mi apoyo y reconocimiento al esfuerzo, el trabajo, el servicio y la entrega, que desde los años cuarenta demuestran cada semana, con lluvias, fríos y vientos, exponiéndose en la carretera, para hacernos llegar lo más fresco y mejor de su cosecha, al mejor precio y calidad. ¡No al traslado del mercadillo a las afueras! ¡Que compren uno de los grandes solares que hay y lo pongan allí, pues cabe! El traslado es su muerte, y la pérdida de nuestro bien económico, y de los pocos valores sociales que nos quedan. También de los vendedores y su único medio de vida.

Josefina García

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