Manuel Bueno
Director de Colesterol Teatro
En verano, te amo. Tu invierno, es un infierno. La primavera, te libera. Y en otoño, te como el… encaje de bolillos, que rodea tu falda, a la altura de los muslos, y no es el clítoris.
El verano, calienta todo menos la líbido. Que, a su vez, no es ni más ni menos, que esa sensación incontrolable de no estar en uno mismo, sino en el otro. Estar fuera (y dentro) de sí y consigo. Magia. Emulsión. Com-pene-tración. Viaje. Al más allá. Polvo estelar. Cometas que vuelan hilados por espermatozoides díscolos, que buscan la vida y la muerte en un sprint desesperado, inconsciente, único…
La «fusión» de Ferrán Adriá, Simon & Garfunkel, Red & Bull, o la del átomo, no se aproxima en intención, sabor y voltaje, a la de dos cuerpos desnudos (disponibles y dispuestos) deseando transcender una puta vida solitaria-insolidaria, hacia ese aullido ancestral, que te hace partícipe indisoluble del lado más salvaje de esa manada universal, desplazándose armónicamente hasta la nada (TODO).
Un polvo, efectivamente, encierra el TODO en la NADA. El éxtasis del orgasmo, es una explosión cuántica que libera la materia hacia las longitudes de onda que van y vienen por el espacio infinitesimal. Sentir el «click», y derramarse en, por y para el otro (que no es sino la representación de nuestro ego más sutil), es formar parte del tsunami de esa vida que no conoces porque estás enredao con las rebajas, el cabrón de tu jefe, la XBOX o el puto móvil que t’ has comprao pa ná.
Sí señor, en los tiempos que corren, después de una insulsa folladita veraniega, ya no hay cigarrito que valga o depresión opusina postcoito, noooo…ahora, cada cual agarra su móvil y se olvida de todo, sumergiéndose en la nada cibernética. Si esto sucede, ya te digo yo, que tu conectividad con la sensualidad, el erotismo o la comunión de los santos, es una mierda.
Sí,… hace calor, pero si te duchas, olerás bien y estarás divin@ de la muerte por un rato. Pues bien, es el momento de comerle el chiribiki a tu chica, o zamparte un mango tropical, aunque el muchacho sea de Alpedrete. Regocíjate con ese entremés que la naturaleza nos ha puesto (gratis), y dale un tiento al festival de los cuerpos en bolas. Sin prisa. Con consciencia. Con fricción. Con amor. O, sin él. Te lo frunges porque te apetece y punto. Joder, que os lo tengo que decir tó.
Pues eso, que el verano no nos va a acojonar con esta torraera infernal. Que no. Tu, apaga la tele. Dale caña al aire acondicionado o ponte debajo del ventilador. Manda a los chiquillos al cine con los abuelos, y date un homenaje sensorial, un día sí y otro también. Lo necesitas para combatir la calor y la desesperación de vivir sin sentir que tienes en tus manos, en tu cuerpo, la respuesta a casi todas las inútiles preguntas que te sueles hacer, a diario, cuando al levantarte de la cama, como un zombi aburrido, te diriges hacia la puerta del váter, para sentarte en la taza y realizar ese acto inteligente de deshacerte de todo aquello que ya no te sirve. Empieza, entonces, un nuevo (día) ciclo. Aprovéchalo.
#buenveranopatós.
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