La solidaridad debe ser de todos, sin la incoherencia de decir serlo sin serlo Thomas Hobbes

No es que quiera, aunque lo es, que todos-as los ciudadanos-as voten en las próximas elecciones, pero ello justifica que mi crónica quincenal trate de presentar las ideas del que fuera, junto con John Locke (1632-1704), y luego del franco-helvético Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), como los creadores del sistema parlamentario, no sólo en el Reino Unido, sino de toda la política occidental.
Thomas Hobbes (1588-1679) nació en Malmesbury en el condado de Wiltshire al sudoeste de Inglaterra, no lejos del monumento megalítico de Stonehedge. Su padre era clérigo anglicano y lo echó de casa por armar la marimorena con otro feligrés en la puerta de la iglesia al salir del «Sunday Service» anglicano. Su tío carnal, Francis Hobbes, lo acogió y logró domesticarlo, llevándoselo a Londres a la temprana edad de 7 años; ya de joven entró en el colegio universitario Magdalen Hall de Oxford de la que diría que «si hubiera perdido el tiempo leyendo tantos libros, sería tan ignorante o más que los que los escribieron».
Su obra cumbre, «Leviatan», de 1651, plantea la idea de que el ser humano no lograría superar sus instintos del poder de ambición y de dominio, que él denominaría «Estado de Naturaleza de guerra de unos contra otros», sin renunciar de sus derechos a favor de un Soberano que «por contrato» tuviera poder sobre ellos, pero en el que se reconocieran representados. Del que mandase, se exigiría que firmara un contrato, que no tuviera derechos de sucesión y que, de no cumplir lo acordado, tendría que renunciar «ipso facto» a sus poderes.
Los maestros del Lao oriental lo formularían como el Yin del ser solidario tratando de conseguir el Yang de lo perfecto, no sólo en el Pensamiento, sino en cualquier otra práctica incluyendo el Arte, pero sobre todo en la Política. Es famoso el dicho de Laotse: «Nunca elijáis a quien le guste mandar, sino al que evite la tentación de ser corrupto».

HECHOS Y DICHOS
Las leyes deberían hacerse para los seres humanos y no los seres humanos para las leyes.   John Locke

FILOSOFÍA CANINA SEGÚN MI CHUCHO ZURI
A mí lo que menos me gusta de mi amo Jon es que me mande.

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