¡Carnaval, Carnaval…! La ilusión y los disfraces salen a la calle, vistiendo Torrevieja de una colorida fantasía que hace olvidar la melancolía del invierno. Sin embargo, el Carnaval es una fiesta más realista de lo que creemos, dado que hace evidente lo que sucede en nuestro día a día, y que quizá pasa desapercibido: las cosas no son lo que parecen. Lo que se ve a simple vista es sólo lo superficial, como en las olas, que, con su aparentemente apacible vaivén, ocultan los potentes movimientos de corrientes marinas que normalmente llevan por debajo. Así, no debemos fiarnos de quienes nos acaban de conocer y nos adulan, de quienes parecen apoyarnos y realmente nos empujan hacia el precipicio, mientras desoímos lo de que «quien bien te quiere, te hará llorar». Tampoco podíamos fiarnos de la opulencia y majestuosidad en la que parecíamos vivir en esta comunidad, con proyectos temáticos y obras por doquier, que estos últimos días hemos visto que escondían la peor cara de la corrupción, con «fugas» de millones de euros que un dinero que era de todos y que ahora estamos echando en falta; y dejando en Torrevieja proyectos con un futuro incierto. Este «Carnaval» cotidiano lo vemos en asuntos como el de la elección de secretario de grupo de Ciudadanos (C’s) de Torrevieja, que es sólo la parte visible de una fractura aparentemente irreconciliable; la fallida revista de Fiestas Patronales, que pareció quedar en una anécdota y puede traer cola; y hasta las bonitas fotos en Fitur de políticos de distintos partidos, donde no se ve lo que se ha luchado por salir en ellas. No en vano triunfó este año en Madrid el Carnaval de Torrevieja.
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