Recuerdo con particular interés mis primeros contactos con el maestro Alfonso en la Galería de Arte Manuela Morales, donde nos reuníamos grupos de intectuales de varios países atraídos por le benignidad del clima y por lo prodigioso de la luz de reflejos del Parque Natural de las Lagunas salineras de Torrevieja. El mero adentrarse en el colorido «sfummato» con tintes realistas de los 15 paisajes del extremeño Alfonso L. Hidalgo resulta tan atrevido como contemplar iconos con base de capas de oro, máxime en la «Santa Sofía» de Kiev de la Ucrania libre, antigua capital del imperio presoviético que llenaba los espacios interiores de sus innumerables cúpulas con imágenes de lo divino.
Personalmente respeto la profesionalidad del criterio de Javier Cerezo de la edición del Catálogo previo, bajo el título de «Realidad Oculta», aunque la obra del maestro Hidalgo, como la del escritor de la Mancha, tiene infinidad de otras lecturas, que pretenderé ilustrar, como variaciones en los humedales nebulosos de las tierras anexas al «British Chanel» o Canal de la Mancha y a los colores vivos bajo el velo sutil de la «mist» o niebla de pintores ingleses, con Turner como máximo representante de un país donde viví varias docenas de años.
En los lienzos de Alfonso predominan los estanques con aguas reposadas pero libres del hervor o en los oteros que contribuyen a los manantiales. Sus imágenes me sugieren los paisajes del anglobritánico Afred Sisley (1689-1899), que usaba tonalidades en sus variaciones, dando así unidad al tema y color a sus lienzos. Pero más que todo la obra del toledano por adopción Alfonso Hidalgo me hace recordar los barcos surcando los rizos marinos al perderse en del Mar del Norte, aunque dando su cara engalanada hacia el oriente de donde precede toda la luz, y la reflexión de los «tses» o maestros de la técnica del pensar.
DICHOS ENTRE LOS CHAVEAS DE MI PUEBLO, LIZARRA
Para el arte sólo usamos tiza para escarbar en los adoquines.
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