Manuel Bueno
Director de Colesterol Teatro
Dentro y fuera. Ese Universo (que aparentemente nos envuelve) y el otro (del que «disponemos personalmente» en cada átomo), ambos juntos, son la prueba existencial de que las barreras físicas, psicológicas, emocionales y espirituales NO son propias. Son, simplemente, falsos pasaportes que te impiden alejarte y volver, recorrer tu propia infinitud y la exterior, caracolear si te apetece, moverte libremente y elegir, cuantas veces quieras. El objetivo de fusionarte-disolverte eternamente en ese púrpura oceánico (del que Prince nos habla), en el que los límites no existen, y la angustia del no-ser desaparece en el vaivén del oleaje, con el que la vida nos acoge en su eterno retorno, nunca ha sido prioridad en las movilizaciones del Mayo obrero putañero: porque las lentejas (nos enseñaron) solo sirven para saciar el hambre, y que trascender el pan con la física cuántica no es para la clase trabajadora, que ya tiene bastante con lo suyo (o sea, el paro y tente tieso, querrán decir).
Formamos parte de una verdad universal sin nombre, en la que todo es posible, probable o reciclable. En la que ir o venir no es lo importante. Solo estar (de una forma u otra) cuenta. Adaptarse a la luz o a la oscuridad, al deshielo o a la desértica estepa, volar o galopar sobre huracanes o cimarrones sonrientes, nos traerá la DUDA. La sabiduría consistirá en fundirse con la circunstancia y sacarle un minuto más al hecho de estar vivo. Con la plenitud, sentirás, poco a poco, que te vas alejando de quien no eras, de ese desconocido que habitaba dentro de ti y que miles de emociones emergentes comienzan a incendiar tu atención. El camino se abrirá por fin, y tu mente se llenará de un oxígeno promiscuo con sabor a té. Nadie ya asegurará tus pasos, y la intuición te hará sentir que lo de alrededor te llama, te empuja hacia ese lugar que necesitas encontrar para dar sentido a tu nuevo estado, en el que nadie interfiere, en el que, la totalidad y tú, ya no os diferenciáis porque sois como esa marea a la que nadie se atreve a detener en su fluir porque es sabia, generosa e inclasificable.
Entre entender el CAOS y vivir la trasgresión (que sucede en el equilibrio de una existencia, en la que el latido generador, en sí, no se puede abarcar, por su constante infinitud) hay siempre una diferencia intelectual que nos impide llegar al conocimiento real de quienes somos y cual debería ser nuestra contribución a la armónica danza de todos los elementos que nos acompañan en este paseo, en el que la materia nos polariza hacia la lenteja y el pan de molde del 1 de Mayo. Vivir sin límites es arrojarse al vacío, de lo nombradamente inconsciente, para averiguar (con esa intensidad de la entrega sin reserva) que lo que se busca no está ni fuera ni dentro de uno mismo. Yo, soy lo que me rodea. Y, ese todo, se mueve y se transforma conmigo a la vez. Resistirse, es frenar el latido de una maravillosa energía polimórfica que genera, desde la sonrisa de un niño, la generosidad de los ríos, el juego de los astros, la magia de un copo de nieve, desde que las montañas nos distraigan con sus ocurrentes dibujos sin pincel, que los leones rujan su esplendor, los pájaros interpreten sus melodías sin apenas instrumentos, y las olas saluden y se despidan a la vez; desde todo esto, hasta que (aún sabiendo que un día cambiaremos de forma, fórmula y pasión), nuestro afán siga siendo el mismo por el que seguimos respirando aún cada día: generar y disfrutar de la propia energía y fundirnos amorosamente con el magma infinito de la inagotable existencia.
Libre, creativo, solo con el presente en la mochila y sin los prejuicios del pasado que te impidan caminar ligero, los límites se volverán invisibles. No mires atrás. Confía en ti. No es tu sueño el que persigues (recuerda: eso solo ocurre cuando duermes). La realidad es más atractiva si tu mismo la diseñas. No te dejes domesticar. Sé único. Respeta tu iniciativa. Averigua la esencia de tu naturaleza. Y despega, que ya es hora. De nada.
Dejar una contestacion