Al salir esta mañana del banco, en el que cambiamos calderilla por papeles o al revés -¡oh, los bancos, nuestros bancos, con los que estamos aherrojados en un matrimonio, aquí sí, imperecedero!-, me he encontrado con mi nieto pequeñito que se llama Hugo, como no podía ser de otra manera, con sus ocho meses a cuestas, y dentro de su coche de paseo, de mano de la otra abuela. Recién despierto y descansado, la tersura de su cara y la viveza de sus manos y sus ojos transmitía un estado de bienestar que ya quisiéramos para nosotros… que tanto cacareamos el Estado de Bienestar con mayúscula, al que tenemos derecho como ciudadanos… ¡A ver! Y, como ya me conoce, mi nieto, porque enseguida relaciona las tonterías que le digo con las que le digo siempre, llega la empatía mutua y no veas el montaje que se arma de besos y carantoñas y la buena acogida de público y crítica que tiene. ¡Pero qué bien me ha venido para empezar el día!
Y ahora, después de pedir perdón a los lectores/as, por lo inoportuno quizás de mi comienzo -aunque los abuelos lo entenderán-, comentaremos, aunque sea con torpeza, las cosas que se vieron y oyeron desde el campanario.
Lo primero, nuestra alegría de creyentes por haber asistido a la celebración del 50º aniversario de la Coronación Canónica de nuestra Patrona, la Inmaculada Concepción. Colmó para todos las expectativas, y la asistencia masiva explicó la importancia del acto de la plaza y de la solemne Eucaristía presidida por el sr. Obispo y concelebrada por el párroco y sacerdotes de la Inmaculada, por los nacidos aquí y también por los que por aquí pasaron ejerciendo ministerio.
Quedará para el recuerdo, significando en grado sumo la devoción que el pueblo tiene por su Patrona. Pediremos fervientemente por que esa devoción la mantengan las generaciones venideras. ¿Habrá 75 años, habrá centenario? A eso se le llamará tradición, con lo que supone para nuestra Iglesia, que también se ayuda de ella para explicar el catecismo y el Evangelio.
Yo felicito a la Comisión organizadora por su labor sorda y escondida durante la gestación de un proyecto tan ambicioso. Han sido meses con reuniones frecuentes y en las últimas semanas a diario. Todo se ha hecho con rigor para culminar esa tan gozosa celebración y es de suponer que ha sido agotador el trabajo de las personas que han coordinado las diferentes áreas de actuación y la preparación de unos 65 voluntarios que han estado pendientes de todos los detalles. Han tenido una especial presencia la Orquesta de Cámara de la Sinfónica de Torrevieja, las dos bandas y seis corales. Casi 6.000 m2 acotados entre la plaza y calles aledañas que dispusieron de servicios y unas 2.000 personas que asistieron fervientemente y hasta aguantando un chaparrón. Enhorabuena a todos.
Termino recordando que hoy la Iglesia ha celebrado la fiesta de la Visitación de la Virgen a su prima Santa Isabel. Hermosas, entrañables y trascendentes palabras en el saludo de esta última: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!» «¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?»…
JortizrochE
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