Dicen que el mayor productor de egoísmo, mundialmente, es el dinero, que no conoce parientes ni se casa con nadie. A propósito de esto, os voy a contar un hecho verídico, ocurrido hace años, pero que no es desconocido, ya que sus circunstancias son repetitivas: Había 2 hermanos que se quedaron huérfanos de padre; al mas pequeño lo ingresó su mamá en un colegio de caridad, donde recibia más «hostias» que platos de sopa: al otro lo dejó abandonado a su suerte en el pueblo, yéndose ella a la capital a cobrar una sustanciosa indemnización por la muerte del marido. Fue cumplir los 14 años y sacó al «niño» de aquel infierno, y se lo emplumó al hermano y la cuñada, que estaban trabajando y no podían cuidar de él, pero allí se lo dejó, en la puerta, huyendo al «galope». Al día siguiente tuvieron que ir a comprarle ropa, calzado, pagar una pensión y todo un mes para que comiera y cenara en una fonda. Menudo gasto, amén de que el niñato salió vago, mentiroso y ratero, metiendo a la pareja en sus fregados y haciéndoles pasar vergüenza ajena por su culpa. Muere la madre y dicen: «¡a vender la casa que tenían en el pueblo!». La noche antes, los hombres se tomaron unas copas, de modo que el más chico le dijo al casado: «¡Si me tocas un solo céntimo del dinero de la casa de «mi madre», te rajo!». ¡Madre mía, cuanta ingratitud, siendo que llevaban cuidándolo desde los 14 a los 22 años! Aún así, hubo que darle un cheque conformado y la firma de testigos. Al día siguiente, en cuanto el banco abrió, lo hizo efectivo. Se fue a vivir con una meretriz, que tenia una hija de 7 años, y al «tonto l’haba» le dio por decir que era suya. Resumiendo: que en 6 meses dilapidó todo su dinero y volvió a casa del hermano suplicando ayuda. Esa «cruz» todavía la tienen sobre ellos a pesar de que el chico ya cuenta con 60 «añitos» y, para remate de fiesta, la que vive con él todavía aspira a que cuando muera su «cuñado» le deje la herencia (una peineta para ella).
Kartaojal
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