A solas con su recuerdo (I)

Julián partió con la leva al frente del Tercio de Extranjeros, fundada por el teniente-coronel José Millán Astray, la Legión en la guerra del 21, en África. El 28/1 entró en vigor el Real Decreto. Las batallas eran terroríficas y, en poco tiempo, el Monte Arruit se convirtió en el cementerio de los españoles caídos en combate. Julián se había alistado en el Tercio, porque era un hombre que defendía el honor y la Patria; aunque de un pueblo pacífico, cuando le tocaban «lo suyo», era una fiera. Siempre iba el primero, a pecho descubierto, y parece que las balas le respetaban, por ese valor y heroísmo que emanaba de él. El año 21 fue el desastre de Annual; luego se reinició la conquista de los territorios perdidos, con Franco y el general Sanjurjo, desde Marruecos. Los soldados españoles colocaron su bandera en el Pico Hardú (Toma del Gurugú): ocuparon Nador el 17/9/1921, pero de nada les valió tanta lucha y muertes, ya que fue África la que ganó. Julián fue licenciado como teniente por esas fechas, a causa de una bomba de mano que explotó junto a él, dejándole manco y no apto para el servicio. En su pueblo fue recibido como lo que era, un héroe; además, estaba guapísimo: alto, delgado, tez curtida y ese porte militar tan emocionante que desgranan los legionarios en los desfiles militares. Las chicas se lo rifaban, todas anhelantes por «pescarle», pero el licenciado oficial se fijó en Pilar, la más fea del pueblo. A la hora de tocar la piel aterciopelada de otras mujeres, suave, perfumada y agradable al tacto, la de su novia era áspera, como se suele decir, «Tienes piel de gallina». Se casaron, tuvieron 8 hijos y, al cabo de muchos años, ella murió, dejando a Julián medio ciego, casi sordo y manco, con el único consuelo de los…

Continuará

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