Manuel Bueno
Director de Colesterol Teatro
Incomprensiblemente (quizá por broma de un azar fruslero y maricón), Rita, se apellidaba CANSINO (su padre fue un bailarín español) y Hayworth, se lo añadió su madre (una irlandesa, de Irlanda). Así es, Rita Hayworth se quitó un guante y desnudó el subconsciente de media Humanidad. La otra Rita, la del «caloret», el subconsciente la llevó a colgarse a Louis Vuitton en sus hombros de marimacho socarrat, como si fuera una mochilera patizamba, a punto de sucumbir de asfixia ante una marcha de dificultad baja-ramplona con sus «coleguitas» de fortuna y trincaló. La bailarina y actriz de Hollywood, se casó cinco o seis veces (¿por qué precisar?: unas cuantas y punto) con actores, directores, bailarines y hasta con un príncipe. A la fallera Ritaliks (caso Taula, Fórmula 1, etc), no se le conoce varón alguno que no pase por la entrepierna del PP y sus «amiguitos del alma» tipo Zaplana, Camps, Cotino, Rajoy o María José Alcon (esta es mujer, pero a Rita se la bufa igual si suelta los billetes de 500 para el partido), porque todos ellos, todos la eligieron como pareja de hecho (delictivo, o no), durante casi tres siglos (eso me parece a mí), que duró su mandato mandanga. Rita CANSINO, se convirtió en Gilda y en la Dama de Shangai, robándonos el corazón y las razones para no dejar a nuestro@s novi@s de toda la vida por vivir una aventura en cualquier parte, con tal de romper la monotonía y el desgaste de una España oxidada y maloliente (por la pólvora quemada de tanta mascletá financiera). Rita Barberá, cansina y torpe en el andar callejero y petardo de sus casi 25 años consintiendo el expolio y la malversación draconiana, de lo que a todos nos pertenece, nos robó la alegría, el sueño profundo y las ganas de suspirar por algún amor que se nos escapó de las manos, así sin más. Rita H., nos dio esperanza (de que la vida nos fuera como en alguna de sus pelis: que nos pasara de todo, que no fuera aburrida), nos aportó dignidad (al recibir la bofetada de Glenn Ford, en Gilda, con tanto aplomo. Antes ella, eso sí, ya le había atizado un buen guantazo en una escena anterior. Ni machismo, ni ostias: igualdad), también nos ofreció erotismo en blanco y negro sin fisuras, sin prejuicios. Rita B. trabajó siempre en «negro», no mostró dignidad alguna con las víctimas del metro de Valencia y la única «Esperanza» que posiblemente conociera en profundidad se apellidaba Aguirre y era condesa de Malasaña y otras hierbas (infumables, o no). El fenómeno Rita iluminó, una sociedad cinéfilamente globalizada, con su estilo, su gracia, su ternura y ese swing de un cuerpo tallado a golpe de trabajo, inspiración y talento. Rita, «la alcaldesa de España», globalizó la miseria, el trinque y la financiación ilegal de su partido, el PP, sin ningún estilo y menos gracia. El swing y la ternura pasaron de largo, dejando atrás cientos de barracones, dónde alumnos y profesores se baten el cobre de un presente jodido y un futuro rodeado de alimañas.
RITA Hayworth murió de Alzheimer, olvidando todo lo que fue y nos regaló en vida. La Barberá, murió consumida por el ego. La «Jefa», tuvo tanto poder que, al igual que el Pedroalcalde de Torrevieja, su destino estaba en la cárcel o en una implosión general (estilo yihadista). Pero no, no le ha reventado el corazón (pues no tenía, o estaba aforado, impenetrable): su destartalado y fofo cuerpo se le ha llenado de la mierda que genera proteger y sostener tanta corrupción, ambición, ostentación y frustración (ante el rechazo, antes de morir, de su propio partido). Ahora todos los hipócritas la echan de menos, dejándoles con el sentimiento de culpa implacable que suelen dejar los muertos a su alrededor. Vivir sin Rita Barberá será más transparente, refrescante y menos caro. Lo del RESPETO y la HUMANIDAD y el DOLOR, que se «debe» sentir por los MUERTOS, es siempre directamente proporcional a lo que fueron en vida y sembraron con su comportamiento. Cada cual, entonces, decide su cuota.
La Hayworth, nos dejó LUZ, desde su país de barras y estrellas. La Barberá se estrelló, y ni barras (de pan), ni estrellas dejó para quemar en sus malditas Fallas. Su epitafio: «Murió de un atracón (atraco, en superlativo) y punto».
Te va muy bien lo del Colesterol que tarde o temprano te va a poseer por la mala baba que rezumas.
Recordarte que Rita Barberá murió sin ser condenada por nada, es más se estaba redactando su desimputación.
Personajes como tú, que acusan sin pruebas de ningún tipo y solamente lo hacen por ideología sobran en este país, No seremos verdaderamente democráticos hasta que realmente creamos en la presunción de inocencia que tanto has pisoteado en tu escrito.
Ese tabaco que fumas te hace mal y terminará por pasarte factura.