Nuestra existencia parece estar siempre plagada de increíbles e inesperados acontecimientos, algunos agradables y otros desagradables. Hablamos demasiado, nos quejamos sin cesar, no compartimos nada, criticamos sin respirar siquiera, parecemos carecer de humildad o modestia, parecemos creer en nuestras ideas pero ignoramos la del prójimo, nos creemos superiores a no sé quién, no parecemos ser solidarios, por decir algunas cosas del ser humano, nosotros, casi siempre llenos de orgullo y vacíos de pensamiento; pero tengo una historia de un animal, el mejor amigo del hombre, llamado Salvador, que sobrepasa el amor y el cariño de todos: Salvador, un perro libre, sin dueño, paseaba por el centro de la ciudad, solo y feliz, y, por razones desconocidas, salta y entra en un contenedor metálico de basuras y sale del contenedor con un niño bebé en su boca, recién nacido, todavía muy azul y casi sin vida. Salvador camina con prontitud con el bebé en su boca buscando a alguien que recoja al bebé, lo consigue, el bebé es llevado al hospital y los doctores logran salvarlo. El amor y solidaridad de algunos animales es desinteresado, ya que sólo luchan por su vida y por la de los demás, como en este caso que hemos narrado.
José Antonio Rivero Santana
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