«El padre» (y Sigmund Freud)

Manuel Bueno
Director de Colesterol Teatro

El 90% de los padres (biológicos, o no) se comportan como un grano en el culo con sus hij@s (cronológicos, o no). Me alegro por los hij@s de ese otro 10%, entre los cuales me incluyo. Arrancamos: el «día del padre», en este país, se celebra en la misma fecha en la que a los muñecotes falleros les prenden fuego los pirómanos oficiales de la Comunidad con el mayor número de políticos corruptos de todo Españistán. Pues bien, Freud, padre del psicoanálisis y maestro reconocido en la interpretación de los sueños, por los hippies de mi tiempo, apostó, ya desde otro siglo, por las «asociaciones libres» para ahondar en la psique del ser humano y, en este caso, el maestro sugeriría, sin dudar, que «festejar al padre junto con la hoguera» es el deseo inconsciente de todo hij@ que se precie de haber llevado un forúnculo durante la mayor parte de su miserable (por consentirlo) vida.
«Hay que matar al padre» -metafóricamente hablando- (y a la madre, añado yo), escribió Freud: para liberarse de toda la basura represora, censora y castradora que nos impide desarrollarnos sana, libre y creativamente. Los progenitores, ambos, son los guardianes voceros del adoctrinamiento social que nos aliena, anula y destruye como seres únicos e irrepetibles a los que no quieren dejar crecer. Las emociones, cautivas por estos papichulos cutrimen, dan paso al desarrollo de aquellos traumas que atrofian nuestra inteligencia, «regalándonos» a cambio esa «personalidad» prestada que nos sirve de disfraz con el que nos reconocerán y admitirán para ser explotados y anulados por la autoridad política, económica y social establecida. ¡Malditos payos!
En la Naturaleza, observamos múltiples ejemplos en los que el macho (padre), después de la reproducción, o se retira a sus asuntos (el oso abandona a la hembra preñada y se va a comprar tabaco hasta la próxima estación), o, como el varón de la mantis religiosa, es devorado por la hembra mientras copulan una y mil veces. Otros «padres», como el pingüino, se ocupan de incubar el huevo donde está gestándose la nueva vida, mientras que su parienta trastea por los estantes del Mercadona Polar, en busca de la crema antiarrugas para el puto invierno, que se les avecina con Sol esta vez. Los leones matan a las crías que no son suyas, para, de esta manera, poder aparearse con las leonas huérfanas de churumbeles hasta hartarse. Y, así, el ciclo de la vida nos marca el camino de un comportamiento ancestral inconsciente, que el humano lleva escrito en su ADN y que, otra vez Freud, nos asegura que no seremos capaces de superar.
Si has sido padre alguna vez, habrás observado que después de cada parto, el interés sexual de la mujer entra en declive, disminuye, desaparece, lo sublima, trasciende el sexo, vamos. A cambio, solo existirá en ella el afán de vivir a través de sus hij@s. Freud también enmarcó en sus teorías el inapelable axioma de poder: FRUSTRACIÓN-AGRESIÓN-REPRESIÓN, a través del cual todas las relaciones humanas universales se ejemplarizan. Lo explico: la mujer, una vez «realizada» (no todas: sólo el 90%, una vez más), a través de la maternidad, echa en olvido su «antigua pasión por el macho»: o sea, le ignora, sexualmente hablando, y se deja llevar por el anhelo del nuevo ser que la «completa». Y, claro está que, al hombre, NO FOLLAR le provoca una incontrolable FRUSTRACIÓN, que le llena de esa ira que, irremediablemente, arrojará sobre la mujer y l@s hij@s, a l@s cuales les atribuye la «culpa» de tales carencias (emocional y sexual a la vez). Seguimos. Si, después de esta situación insana, no hay mal rollo, bronca o alguna hostia zumbando en el aire, o sea, la AGRESIÓN anunciada; aparecerá, por fin, el otro cruel y silencioso cáncer que cerrará un círculo de terror y muerte anticipada: la REPRESIÓN contra los más inocentes y desprotegidos de la CADENA DE PODER, l@s hij@s.
Esta maldita cadena de poder es dura, irracional y vivimos atados a ella desde el comienzo de la Existencia. Se disfraza de mil maneras, pero no deja de marcar nuestro comportamiento cotidiano. El inconsciente alberga todos estos datos, que nos han servido, desde siempre, para nuestra supervivencia. Ahora, creo que podríamos prescindir de algunos de ellos. Hacer CONSCIENTE este asunto nos ayudaría a superar tanta desdicha. Hasta entonces, en el día del padre, no habrá nada que celebrar.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*


*