Te lo vengo a decir por esto…

Hace algo más de una semana pude asistir a uno de los espectáculos más vibrantes, sorprendentes y fascinantes que haya podido ver en mucho tiempo. Acompañado de mi insustituible amigo Rodolfo (que es un bendito hasta en su actual función como secretario de Grupo Municipal Socialista), su mujer e hijo. Felices y contentos, porque íbamos a presenciar algo que desde un principio nos llenó de energía por la fuerza que irradiaba, por la plasticidad y por, a veces, sensualidad de los componentes del grupo de percusión japonés. El espectáculo estaba servido, así como cosechado el éxito, tanto por su fuerza vital como por su aforo. Uno no puede comprender, todavía a estas alturas de la vida, cómo se puede publicar en diversos medios de comunicación (que se supone que están para eso, informar y comunicar aquellas cosas que suceden en la rue) unas verdades a medias, que al final ni son verdades ni medias ni nada de nada, o sea, manipulación que no viene a cuento. Decía alguna prensa y sus seguidores: un buen espectáculo, y esperemos que no sea el último, a pesar de ver un aforo casi vacío. Simplemente por respetar al público que acudió al Auditorio, semejante barbaridad está fuera de todo contexto, y además hace daño al propio escribidor de la noticia y sus apoyantes (Dios mío, ¿se escribe apoyantes?). Algunas personas, o muchas, según se mire, ya están despotricando, y están en su perfecto derecho, que aquí no se hace nada que merezca la pena. Y eso también es una verdad a medias, porque gestión, gestión, gestión pura y dura (a pesar de que todavía quedan dos años de mandato para el actual equipo de Gobierno municipal), pues… Pero también es verdad que el lastre (y lo digo con conocimiento de causa) que se arrastra no es moco de pavo ni flor de un día, y que los frenazos administrativos tampoco son «pecata minuta». Todo ese cúmulo de circunstancias hace que se perciba una cierta paralización o actividad al ralentí. Al final todo repercute en los ciudadanos, claro, y en el futuro de la ciudad. Pero es que darle la vuelta o media vuelta a este gran calcetín no se hace de un día para otro, ni en cuatro años, ni tan siquiera en ocho.
Y después de todo lo escrito, acompañado de una tormenta vital, les deseo suerte a todos y salud para la próxima quincena.

Óscar A. Claramunt

1 comentario

  1. «Pero es que darle la vuelta o media vuelta a este gran calcetín no se hace de un día para otro, ni en cuatro años, ni tan siquiera en ocho»

    Según quienes, ni en una centuria. Calcetín sudado y odoroso, apostillo.

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