El ser humano es reacio a los cambios por naturaleza. Es algo que llevamos impreso en nuestro ADN desde los tiempos de las cavernas, cuando probar cosas nuevas o adentrarse en lugares desconocidos entrañaba el riesgo de morir devorado por una bestia, intoxicado por un veneno o despeñado por un precipicio. Quienes se aferraban a lo conocido eran los que sobrevivían, y nosotros somos sus descendientes. Ahora ya no existen (normalmente) graves peligros acechándonos a la vuelta de la esquina, pero seguimos desconfiando automáticamente de todo lo que huela a cambio, antes de que el cambio suceda y sin constatar si realmente será negativo… o positivo. Estos días comienza a celebrarse el mercadillo de los viernes en el flamante recinto para mercados, proyecto iniciado por el PP y puesto en marcha por el cuatripartito. Una zona que, según coinciden todos los partidos políticos (y eso ya es raro), ofrece más espacio, seguridad, servicios, aparcamiento y limpieza, y que evita molestias a los vecinos y colapsos de tráfico en el centro. Aun así, existe una cierta reticencia, por encontrarse menos «a mano» de los residentes del centro; olvidando, quizá, que en los últimos años hemos cambiado nuestros hábitos de consumo y desplazado nuestras compras a las afueras, de la mano de los hipermercados y grandes centros comerciales. También se ha anunciado que, por problemas administrativos, la Feria de Sevillanas dejará este año de ser la «Feria de Mayo» para pasar a celebrarse en octubre; un mes meteorológicamente similar, y con un puente festivo que nos dejará visitantes en la ciudad. Y muchos otros cambios que están por venir (menos, al parecer, el cambio en la Alcaldía). Será cuestión de probar, y comprobar si los cambios realmente nos perjudican, o si finalmente son beneficiosos. A fin de cuentas, todos los grandes avances de la humanidad han venido de los cambios.
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